Wednesday, 30 April 2008

Hayden White: "The Historical Text as Literary Artifact"

La idea central de este texto gira en torno a concebir a la Historia como un discurso y por tanto, totalmente arbitrario y construido a partir de intereses. Vania Barraza Toledo escribe “¿Qué diferencia la escritura de la historia de la literatura de ficción? Desde el punto de vista del lenguaje -de los procedimientos representacionales- éstas no difieren en nada. Ambos discursos operan creando una coherencia narrativa, apuntando a un efecto de realidad”. Y esto Hayden White lo plantea cuando desde el saque uno de los primeros cuestionamientos que lanza a la historia, es sobre la autoridad que estos discursos presuponen y la posición de quien lo enuncia.

En efecto, el status de la narrativa histórica es la de ser un artefacto verbal, un discurso, que será el soporte de todos este conjunto de hechos pasados y por tanto, que no pueden ser observados, experimentados ni rebatidos como el objeto de estudio de una materia científica. Por tanto, el historiador debería plantear al interlocutor que la naturaleza de su trabajo es provisional en la caracterización de hechos, agentes, etc.

Para construir este discurso a partir de hechos, el historiador crea un contexto que obviamente parte de una base interpretativa pero también da una idea que existen múltiples lecturas de estos hechos. Sin embargo, en toda construcción del discurso histórico, hay un elemento innegable y justamente éste es la forma del discurso y por tanto, lo que le da el carácter de ficción.

Al mismo tiempo, se debe prestar atención que este discurso de ninguna manera es cerrado y completo. Siempre se deja algo fuera de la representación y esto obedece al criterio de selección del historiador y por ende, de sus intereses e interpretaciones. White afirma que “nuestra explicación de estructuras históricas está más determinada por lo que dejamos fuera que por lo que incluimos”, siendo testigos de la muestra del tacto de los historiadores y de su comprensión de los hechos. Ante la evidente naturaleza artificial de la historia, Lévi-Strauss admite que éste jamás escapará de su naturaleza como mito. Pero en quiénes funciona este mito? Northrop Frye considera que estos mitos sólo son operativos en aquellos que son víctimas de lo que él llama “falacia poética”. Recomiendo en este mundo ya ir trazando paralelos con los conceptos de Lenguaje, Ideología y evidentemente con Poder.

Una vez que Frye ha localizado este carácter ficticio en el espacio entre lo mítico y lo histórico, White señala que parte del efecto explicativo de la Historia es un éxito de crear historias de simples crónicas a partir de una suerte de entramado donde se entrelazan hechos de estas crónicas como componentes de una mayor estructura. Frye sugiere que es eso precisamente el caso de las ficciones en general, desde una fábula a un texto histórico. Barraza Toledo da más luces en este sentido: “White plantea que los elementos de la Historia adoptan un entramamiento ya sea trágico, cómico, irónico o romántico a la hora de ser presentados en un orden lógico y estructurado ante un destinatario. Por eso, la definición tradicional de “alguien dice algo a alguien”, se transformaría en alguien dice de cierto modo algo a alguien”.

Luego de una tenue analogía entre historiografía y psicoterapia, White concluye los historiadores buscan refamiliarizarnos con eventos pasados que hayan perdido su función en la sociedad, como revoluciones, guerras, etc., pero que sigan manteniendo un activo rol en la escena social. Por tanto, las narrativas históricas no son sólo modelos de procesos pasados sino modos de configurar eventos de nuestra vida llenos de sentidos culturales. Así, más que una reproducción de eventos, es una gama de símbolos que direcciona al sujeto brindándole hechos con una carga emocional. La narrativa histórica, pensada como sistema de signos, apunta hacia dos sentidos. El primero es hacia justamente los eventos descritos en su narrativa pero también hacia el mito al cual el historiador ha escogido como estructura de los eventos. Como conclusión, la Historia debe ser entendida como metáforas que compara los eventos descritos con elementos a los cuales nos hemos familiarizado en nuestra cultura literaria.

A este punto debemos tener claro que la historia supone una jerarquización de hechos. Por tanto, darle importancia a unos y suprimir o subordinar otros. Esto obedece no a que los historiadores tenga más o menos fuentes de información, sino a que tenían una distinta historia que contar, ergo, una percepción e interés distinto. Esto sugiere también que cuando se construye una narrativa histórica, se presupone lo que será reconocido como historia por el otro.
Sobre el mismo punto, White hace un deslinde entre crónica e historia. Al ordenar los hechos de manera temporal tendríamos una secuencia:

a, b, c, d, … , n

que mantendría la estructura cronológica pero carecería de caracterización. Al dar valor a uno de estos elementos podríamos tener secuencias como:

A, b, c, d, …, n
a. b, c, D, …, n

Donde la jerarquía del primer elemento obedecería a una perspectiva determinista y el segundo caso a una apocalíptica. El orden de los hechos en una mera secuencia temporal donde el momento en donde ocurren provee la explicación, es la forma de la crónica. La Historia iría no sólo a ser un orden de eventos, sino de la posible red de relaciones de estos eventos Relaciones que sin embargo no serían inherentes de los mismos eventos, sino de la perspectiva del propio historiador que la refleja en ellos.

Por tanto, las narrativas históricas como complejas estructuras que se presupone existen bajo dos modos, uno como “real” y otro como “revelado” de haber sido ilusorio durante la narrativa, no deja de ser una construcción poética dependiente de la modalidad de un lenguaje figurativo usado para darle la apariencia de coherente al discurso. White señala para concluir que nosotros experimentamos la “ficcionalización” de la historia como una “explicación” por la misma razón que experimentamos la ficción como iluminación en el mundo que nos presenta un autor. Teniendo en ambos casos el reconocer las formas en las que nuestra conciencia constituye y coloniza el mundo el donde desea habitar. White no trata de degradar el discurso histórico, sino de mostrar que no existe una manera correcta de ver y ser capaz de discernir que lo ideológico es ficticio.

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