Saturday 22 March 2008

Roland Barthes: "Lección Inaugural"

Propuesta --> el poder es plural y está presente en varias "voces autorizadas" (los más finos mecanismos del orden social).

El poder se mantiene a lo largo del tiempo, no muere. Su instrumento por excelencia, su expresión obligada, es la lengua. El lenguaje, así, resulta ser una legislación y, la lengua, su código.

La lengua implica una relación de alienación. La lengua sujeta, es una reacción rectora generalizada y como tal, obliga a decir. Desde que es proferida, la lengua ingresa al servicio de un poder. En ella, está presente tanto la autoridad de la aserción como la gregariedad de la repetición.

La lengua siempre es asertiva: la negación, duda, etc., son sólo máscaras, juegos del lenguaje. Por otro lado, los signos de los que está hecha la lengua sólo existen en la medida en que son reconocidos, es decir, en la medida en que se repiten, por eso la lengua es seguidista, gregaria. Nunca se puede hablar más de lo que se arrastra en la lengua. A partir de que enuncio algo, esas dos rúbricas se reúnen: yo digo, afirmo, confirmo lo que repito. Y no puede haber libertad sino es fuera del lenguaje.

Sólo nos resta hacerle trampas a la lengua, ello, mediante la literatura.

Literatura --> grafía compleja de las marcas de la práctica de escribir. Sus fuerzas de libertad, de responsabilidad de la forma, dependen del trabajo de desplazamiento que ejerce sobre la lengua (indicación de tres: Mathesis, Mímesis, Semiosis).

La literatura toma a su cargo muchos saberes, todas las ciencias están presentes en el monumento literario. Ella es el resplandor mismo de lo real, otorgándole a cada saber su lugar indirecto. En la medida en que la literatura pone en escena al lenguaje, el saber reflexiona sobre el saber a través de la escritura.

La enunciación, al exponer el lugar y la energía del sujeto, asume la tarea de hacerlo escuchar insistente e irreparable. Apunta a lo real mismo del lenguaje. La escritura convierte al saber en una fiesta.

La escritura se encuentra doquier las palabras tienen "sabor", para que las cosas se conviertan en lo que son o han sido, les hace falta la "sal" de las palabras, lo que torna profundo y fecundo el saber.

La segunda fuerza de la literatura es la de representación de lo real, la cual no obstante no es representable. Los hombres no se resignan a la falta de paralelismo entre lo real y el lenguaje y este rechazo produce la agitación incesante que es la literatura. La literatura cree sensato el deseo de lo imposible (función utópica).

La modernidad puede definirse por ese hecho nuevo: que en ella se conciban utopías del lenguaje (el que haya tantos lenguajes como deseos es una proposición utópica puesto que ninguna sociedad está dispuesta a aceptar que hayan muchos deseos -lenguajes-).

La utopía, no obstante, no preserva del poder, la única opción que le queda al autor es la de desplazarse u obcecarse, o ambas a la vez.

Obcecarse significa afirmar lo irreductible de la literatura (lo que en ella resiste y sobrevive a los discursos tipificados que la rodean). Mantener hacia todo y contra todo la fuerza de una deriva y de una espera. Y precisamente por ello es que la escritura es arrastrada a desplazarse. Desplazarse significaría colocarse allí donde no se los espera o abjurar de lo que se ha escrito cuando el poder gregario lo utiliza y lo serviliza.

Por último, la tercera fuerza de la literatura, en relación con el teatro y propiamente semiótica, consisitría en actuar los signos; es decir, en instituir en el seno mismo de una lengua servil el servicio a un poder extraño.

La semiología ha nacido de la lingüística desconstruída (por estallar de contenido o por carecerlo).

Lengua y discurso son indivisibles porque se deslizan según el mismo eje de poder. Toda la capa del discurso se encuentra fijada por una red de reglas, de opresiones, masivas y vagas en el nivel retórico, sutiles y agudas en el gramatical.

La semiología sería entonces ese trabajo que recoge la impureza de la lengua, el desecho de la linguística, la corrupción inmediata del mensaje.

La semiología, a medida que se desplaza, conserva el mismo objeto político (la lengua trabajada por el poder). Sin embargo, retorna al Texto, que se le aparece como el índice mismo del despoder. La literatura y la semiología vienen así a conjugarse para corregirse mutuamente.

La semiología trabaja sobre las diferencias esto impide que se tome por el discurso universal que no es.

La semiología es simultáneamente negativa (apofática, negando que sea posible atribuirle caracteres positivos al signo) y activa.

Consecuencias del apofatismo:
- La semiología no puede ser ella misma un metalenguaje. Descubre que toda relación de exterioridad de un lenguaje a otro es, a la larga, insostenible.
- La semiología tiene relación con la ciencia pero no es una disciplina. Pretende más bien agitar lo real en ciertos lugares y momentos. La semiología pinta en vez de excavar, sus objetos predilectos son los textos de lo imaginario.

Una situación nueva modifica el uso que podemos hacer de las fuerzas de la literatura. La semiología literaria sería ese viaje que permite desembarcar en un paisaje libre por desheredamiento.


***Holas, al final, esta lectura resultó más densa de lo q pensé, sin embargo, creo haberlo hecho lo mejor posible, cualquier comentario, me dicen, byes!
MariCarmen.

1 comment:

Max Pinedo Paredes said...

Buen resumen maricarmen! Muchas gracias.