Monday 14 July 2008

John Beverley. Siete aproximaciones al “problema indígena”.

1. Los límites de la transculturación. Ángel Rama enfatiza en que la única alternativa para la cultura indígena es la de articular un proyecto transcultural desde el cual se articule al proyecto nacional; esto se lograría a través del mestizaje, tal como lo vio Arguedas en “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. Así, para Rama la transculturación es u proceso que va de arriba hacia abajo: la literatura “asimila” a la tradición oral indígena, la subordina y ella se ensalza como la narrativa superior. Esto ignora completamente que lo indígena también contiene un proyecto, nacido de una historia con valores y demandas propios, que se niega a seguir una lógica transcultural.
2. Ollantay, o la transculturación al revés. Se ha buscado leer a la comedia Ollantay como una propuesta de transculturación de un discurso indígena: tanto los personajes como la trama están formulada bajo la estructura de la comedia del Siglo de Oro español; el mensaje sería una codificación del discurso indígena hacia una élite criolla nacionalista. Pero el problema con esta interpretación radica en que: 1. Ollantay fue realizada en quechua (inaccesible para los criollos); 2. la transculturación fue al revés: en la obra radica un intento de instrumentalizar algunos elementos de la cultura española en servicio de una propuesta nacional (en contraposición a la postura de Anderson de situar la reproducción y difusión los proyectos nacionales en un texto impreso) que articulara en una imagen simbólica la incorporación de grupos no incas en un nuevo estado, una nueva forma de comunidad nacional.
3. La dialéctica entre oralidad y escritura. Beverley cita un ejemplo de la India narrado por Ranajit Guha en donde la oralidad instrumentaliza la palabra escrita con el fin de lograr un beneficio grupal. En este ejemplo se resalta la oposición escritura (dominación feudal-colonial) y oralidad (propio de los pueblos subalternos). En este caso, la transculturación no trasciende la posición subalterna, pues hace uso de la escritura en tanto que esta representa esa dominación, en suma, no disuelve el fundamento colonial. Esto enfatiza que desde una posición subalterna se puede construir un proyecto nacional, usando los elementos de la “ciudad letrada”, pero diferenciándose claramente de la idea de nación representada en el proyecto criollo.
4. Hegemonía Nacional-Popular y suplementariedad de lo indígena: un problema sandinista. Aquí la problemática gira en torno al “significante vacío” que es la ideología. En este sentido, dentro de este, se trata de universalizar, homogenizar: tal como ocurrió con el proyecto sandinista, el cual articuló en un solo discurso todas las propuestas sociales. Aunque excluyó a los miskitu. Esta exclusión funcionó en tanto que se les privó de la capacidad de “ser diferentes”. Esto guarda relación con la afirmación de Bhabha acerca de la construcción del ideal nacional: esta se ensalza gracias al olvido de las demás historias fundantes de lo social. Entonces, los grupos subalternos tienen el privilegio epistemológico de saber que el discurso colonial es una ilusión. Pero lo que olvida Bhabha es que esto trae consigo una nueva formulación ideológica, con una escala de valores distinta, este solo contempla el marco semiótico.
5. Un pasaje de Me llamo Rigoberto Menchú y el desplazamiento de la autoridad hermeneútica. Beverley cita la narración que hace Rigoberto Menchú sobre el asesinato de su hermano. En él encuentra Beverly (citando a Stoll) al indígena, ya no como “hablado” (en tanto que subalterno) por la autoridad letrada (pues el texto es parte de una investigación antropológica) sino como “narrador”: en esta se justifica la acción armada. Lo subalterno entonces para Beverley puede señalar sus propias perspectivas y proyectos, invirtiendo los términos y las relaciones sociales que definen esa subalternidad.
6. La no-coincidencia de sociedad civil y comunidad. Beverley aquí utiliza el ejemplo de un ajusticiamiento popular en una comunidad de Ecuador para escenificar que la dicotomía sociedad civil (construida fuera del estado)/Estado (elemento dominante) solo funciona en sociedades donde la modernidad se ha establecido completamente. En aquellos lugares en los cuales la modernidad esta materializada en la sociedad civil (en tanto instancia que se rige por la ley) la comunidad es una instancia disociadora, la dicotomía real en sociedades donde la modernidad no se ha “logrado”estaría entonces entre estos dos términos. Al final, esto llevaría a dos caminos: el reforzamiento del Estado para constituir una modernidad y hacer ciudadanos a todos sus habitantes; o dar agencia a aquellas lógicas comunales, coexistiendo entonces con las instancias Estatales, aunque esto implicaría el debilitamiento de estas.
7. “Una heterogeneidad no dialéctica”. Con esto Beverley (citando a Cornejo Polar) hace referencia a la coexistencia de las múltiples experiencias en un solo sujeto, y estas se manifiestan como identidades varias en un aparente estado esquizofrénico. Así, en el discurso del migrante se puede encontrar tanto nostalgia (por el lugar perdido) y triunfo (en tanto agente de su propio progreso en la ciudad), y esto no es un acto transcultural, sino un discurso “múltiplemente situado” que es articulado desde más de un lugar. Esto abre una perspectiva distinta de nación cuyas partes “no olvidan” sus múltiples experiencias (lo indígena, lo subalterno), sino que conviven dentro de un solo “sujeto”.

Catherine Walsh. (De) Construir la interculturalidad. Consideraciones críticas desde la política, la colonialidad y los movimientos indígenas y negros

En el Ecuador se ha desarrollado todo un discurso intercultural –por parte de los movimientos indígenas y afroecuatorianos– que ha llevado al gobierno a asumirlo y a llevarlo en práctica. En este problema se pueden leer dos perspectivas: 1. una que naturaliza las relaciones culturales desde una perspectiva hegemónica; 2. otra que denuncia el carácter político, social y conflictivo de esta relación. La intención de Walsh es: 1. evidenciar las luchas sobre la producción de significados que forma parte del uso y de la conceptualización de la interculturalidad en el Ecuador; 2. las construcciones y subversiones del término que se elaboran a partir de quienes ocupan posiciones dominante y /o subalternas, las cuales se deben a una raíz colonial.
De políticas y lugares. El uso del concepto interculturalidad en Ecuador se dio con el movimiento indígena, el cual debe ser entendido como oposicional y hegemónico. En este sentido, el proyecto no solamente apuntó hacia una inclusión: entró en sí mismo dentro de la lucha por la representación de identidades, buscando formular una respuesta civilizatoria alternativa. Esta problemática debe ser pensada tanto en sus estrategias contextualizadas como en sus factores puramente ideológicos. Todo esto ha girado en torno al juego entre lo oposicional y lo hegemónico: el discurso intercultural no surgió como una concientización de la pluralidad cultural/étnica en Ecuador, sino como la evidencia de un proceso colonial de diferenciación entre lo no occidental y lo moderno, entre sus historias y epistemologías. Estas diferencias son las que el proyecto intercultural se ha propuesto destruir.
Diferencia, colonialidad y poder. Entonces, aceptado que la interculturalidad en el Ecuador tiene ese fundamento colonial, podemos también sumar a esto que las identidades que se adhieren a este proyecto (indígenas, afroecuatorianos) deben su formación al proceso colonial de significación de lo nacional, donde lo blanco es lo hegemónico y lo negro-indio es lo negativo y lo que debe ser ocluido. Este, y no la inclusión, es el problema central. Ahora, existe una nueva tendencia a legitimar esta propuesta colonial desde una perspectiva neoliberal: se incluye a estos grupos, pero no como constitutivos del estado-nación, sino como “particularidades” fuera de ellas a los cuales se tolera, pero no tienen agencia dentro del gobierno: este es el caso de las transnacionales que se asesoran a través de sociólogos o antropólogos para una comprensión de los pueblos en los cuales tienen inversiones, pero al final la decisión cae en los agentes gubernamentales. Entonces, dentro de esta problemática se puede ver la relación clara entre políticas (inter)culturales y los intereses económicos trans-nacionales. Otro problema radica en cómo se ve la interculturalidad: Walsh apuesta –en contraposición con otras propuestas que legitiman al proceso colonial como de “diálogo” o “mestizaje”– por una interculturalidad que se forme desde la experiencia colonial, entendiendo esto no desde una perspectiva esencialista (étnica particular) sino concientizándose del carácter artificial de la identidad; el siguiente paso es deconstruir estos artificios. Es por esto que el proyecto intercultural en el Ecuador tiene un efecto desestabilizante en el proyecto neoliberal Estatal-transnacional: significa más que una lucha étnica, una por la anulación de la extrema desigualdad.
Políticas y luchas de significación. Lo sucedido luego de la introducción de la interculturalidad como parte del problema en Ecuador es que ahora esta viene siendo re-significada (junto con conceptos tales como democracia y ciudadanía) por los distintos grupos subalternos de maneras conflictivas. La propuesta para poder entender el porqué la interculturalidad no se está llevando a la praxis o no configura una universalidad alternativa y plural es deconstruirla.
“Al conocernos”. Esta frase señala la instancia en la cual los movimientos indígenas se dieron cuenta de su estado de subordinación y de la negación de su historia al “conocerse”. Pero el reconocimiento de esta realidad y de su fundamento colonial corre el peligro de quedarse en el marco discursivo y no en el de la acción. Así, el Estado ecuatoriano ha trabajado bajo esa lógica: reconociendo la interculturalidad como parte del proyecto nacional y a la vez no haciendo nada para agenciar dicha propuesta, ha llevado a esta al plano utópico. Es también evidente que esta “colonialidad” del Estado nación es reproducida en los propios movimientos indígenas, los cuales se encuentran en relaciones bastante asimétricas.
“La unidad en la diversidad”. El equilibro pensionado y tentativo de particularismos y universalismos. La “unidad en la diversidad” es la propuesta de la interculturalidad. En este sentido, la inclinación por una universalidad alternativa y plural es la propuesta que nace de los grupos indígenas y afroecuatorianos, pero la falta de acción para aplacar las desigualdades ha ocasionado una fragmentación que ha particularizado a los grupos, frustrando el ideal intercultural. La universalidad depende de la particularidad, pero la sobredimensión de esta lleva muchas veces a etnocentrismos que generan mayores separaciones, así también esto oculta en realidad relaciones de subordinación coloniales entre los propios grupos indígenas: es el caso entre los afroecuatorianos y los indígenas, los cuales se acusan mutuamente de racistas y aprovechados. Se debe superar estas diferencias, tomando el problema como único y no fragmentado, lo cual también genera la fragmentación, aunque últimamente los actores indígenas y afroecuatorianos han desarrollado esfuerzos que inauguran prácticas que abren nuevos horizontes.
La interculturalidad como paradigma y proyecto social, político y epistemológico. Horizontes y prácticas posibles. Walsh plantea que el proyecto intercultural (aunque ella prefiere llamar de interculturalizar, en tanto que la palabra enfatiza más en el hacer), no se restringe a lo político o estatal: hace hincapié en deconstrucción de la propia epistemología colonial donde lo occidental se legitima como “la” forma de saber, en desmedro de los conocimientos indígenas. Pero ya hay casos en donde esto se ha logrado revertir (en las comunidades negras en Esmeralda; la atención de salud en Jambi Huasi en Otavalo; en la formación de la UINPI) en donde la idea es, más que una “hibridación” de lo mejor de ambos mundos, renovar el propio marco epistemológico e “interculturalizar” ambos conocimientos; este proceso de interculturalizar epistemológico funda nuevos criterios de razón y verdad (epistemes) y nuevas condiciones de saber que no pueden ser catalogadas estáticamente, y cuyos impactos y efectos están empezando a extenderse más allá de la esfera política.

Catherine Walsh. (De) Construir la interculturalidad. Consideraciones críticas desde la política, la colonialidad y los movimientos indígenas y negros

En el Ecuador se ha desarrollado todo un discurso intercultural –por parte de los movimientos indígenas y afroecuatorianos– que ha llevado al gobierno a asumirlo y a llevarlo en práctica. En este problema se pueden leer dos perspectivas: 1. una que naturaliza las relaciones culturales desde una perspectiva hegemónica; 2. otra que denuncia el carácter político, social y conflictivo de esta relación. La intención de Walsh es: 1. evidenciar las luchas sobre la producción de significados que forma parte del uso y de la conceptualización de la interculturalidad en el Ecuador; 2. las construcciones y subversiones del término que se elaboran a partir de quienes ocupan posiciones dominante y /o subalternas, las cuales se deben a una raíz colonial.

De políticas y lugares. El uso del concepto interculturalidad en Ecuador se dio con el movimiento indígena, el cual debe ser entendido como oposicional y hegemónico. En este sentido, el proyecto no solamente apuntó hacia una inclusión: entró en sí mismo dentro de la lucha por la representación de identidades, buscando formular una respuesta civilizatoria alternativa. Esta problemática debe ser pensada tanto en sus estrategias contextualizadas como en sus factores puramente ideológicos. Todo esto ha girado en torno al juego entre lo oposicional y lo hegemónico: el discurso intercultural no surgió como una concientización de la pluralidad cultural/étnica en Ecuador, sino como la evidencia de un proceso colonial de diferenciación entre lo no occidental y lo moderno, entre sus historias y epistemologías. Estas diferencias son las que el proyecto intercultural se ha propuesto destruir.

Diferencia, colonialidad y poder. Entonces, aceptado que la interculturalidad en el Ecuador tiene ese fundamento colonial, podemos también sumar a esto que las identidades que se adhieren a este proyecto (indígenas, afroecuatorianos) deben su formación al proceso colonial de significación de lo nacional, donde lo blanco es lo hegemónico y lo negro-indio es lo negativo y lo que debe ser ocluido. Este, y no la inclusión, es el problema central. Ahora, existe una nueva tendencia a legitimar esta propuesta colonial desde una perspectiva neoliberal: se incluye a estos grupos, pero no como constitutivos del estado-nación, sino como “particularidades” fuera de ellas a los cuales se tolera, pero no tienen agencia dentro del gobierno: este es el caso de las transnacionales que se asesoran a través de sociólogos o antropólogos para una comprensión de los pueblos en los cuales tienen inversiones, pero al final la decisión cae en los agentes gubernamentales. Entonces, dentro de esta problemática se puede ver la relación clara entre políticas (inter)culturales y los intereses económicos trans-nacionales. Otro problema radica en cómo se ve la interculturalidad: Walsh apuesta –en contraposición con otras propuestas que legitiman al proceso colonial como de “diálogo” o “mestizaje”– por una interculturalidad que se forme desde la experiencia colonial, entendiendo esto no desde una perspectiva esencialista (étnica particular) sino concientizándose del carácter artificial de la identidad; el siguiente paso es deconstruir estos artificios. Es por esto que el proyecto intercultural en el Ecuador tiene un efecto desestabilizante en el proyecto neoliberal Estatal-transnacional: significa más que una lucha étnica, una por la anulación de la extrema desigualdad.

Políticas y luchas de significación. Lo sucedido luego de la introducción de la interculturalidad como parte del problema en Ecuador es que ahora esta viene siendo re-significada (junto con conceptos tales como democracia y ciudadanía) por los distintos grupos subalternos de maneras conflictivas. La propuesta para poder entender el porqué la interculturalidad no se está llevando a la praxis o no configura una universalidad alternativa y plural es deconstruirla.

“Al conocernos”. Esta frase señala la instancia en la cual los movimientos indígenas se dieron cuenta de su estado de subordinación y de la negación de su historia al “conocerse”. Pero el reconocimiento de esta realidad y de su fundamento colonial corre el peligro de quedarse en el marco discursivo y no en el de la acción. Así, el Estado ecuatoriano ha trabajado bajo esa lógica: reconociendo la interculturalidad como parte del proyecto nacional y a la vez no haciendo nada para agenciar dicha propuesta, ha llevado a esta al plano utópico. Es también evidente que esta “colonialidad” del Estado nación es reproducida en los propios movimientos indígenas, los cuales se encuentran en relaciones bastante asimétricas.

“La unidad en la diversidad”. El equilibro pensionado y tentativo de particularismos y universalismos. La “unidad en la diversidad” es la propuesta de la interculturalidad. En este sentido, la inclinación por una universalidad alternativa y plural es la propuesta que nace de los grupos indígenas y afroecuatorianos, pero la falta de acción para aplacar las desigualdades ha ocasionado una fragmentación que ha particularizado a los grupos, frustrando el ideal intercultural. La universalidad depende de la particularidad, pero la sobredimensión de esta lleva muchas veces a etnocentrismos que generan mayores separaciones, así también esto oculta en realidad relaciones de subordinación coloniales entre los propios grupos indígenas: es el caso entre los afroecuatorianos y los indígenas, los cuales se acusan mutuamente de racistas y aprovechados. Se debe superar estas diferencias, tomando el problema como único y no fragmentado, lo cual también genera la fragmentación, aunque últimamente los actores indígenas y afroecuatorianos han desarrollado esfuerzos que inauguran prácticas que abren nuevos horizontes.

La interculturalidad como paradigma y proyecto social, político y epistemológico. Horizontes y prácticas posibles. Walsh plantea que el proyecto intercultural (aunque ella prefiere llamar de interculturalizar, en tanto que la palabra enfatiza más en el hacer), no se restringe a lo político o estatal: hace hincapié en deconstrucción de la propia epistemología colonial donde lo occidental se legitima como “la” forma de saber, en desmedro de los conocimientos indígenas. Pero ya hay casos en donde esto se ha logrado revertir (en las comunidades negras en Esmeralda; la atención de salud en Jambi Huasi en Otavalo; en la formación de la UINPI) en donde la idea es, más que una “hibridación” de lo mejor de ambos mundos, renovar el propio marco epistemológico e “interculturalizar” ambos conocimientos; este proceso de interculturalizar epistemológico funda nuevos criterios de razón y verdad (epistemes) y nuevas condiciones de saber que no pueden ser catalogadas estáticamente, y cuyos impactos y efectos están empezando a extenderse más allá de la esfera política.

George Yúdice. Contrapunteo estadounidense/latinoamericano de los estudios culturales.

En este artículo Yúdice se propone hacer una comparación entre las tradiciones en los Estudios Culturales de Estados Unidos y Latinoamérica. Comienza señalando el lugar fundamental que ha adquirido lo popular y sus relacione con la industria cultural y de masas en el análisis de dichas tradiciones. A su vez, se ha tendido a usar una definición más antropológica del concepto de cultura lo cual ha conllevado a que, desde los 70’s, el espacio de la vida cotidiana como lugar de interpelación del poder ocupe un lugar centra desplazando a la categoría analítica de clase social, y en los 80’s a una fundamentación cada vez más cultural de las reivindicaciones sociales.
Discurso intelectual nacional y la política de representación. Existe según Yúdice, una tradición ensayista multidisciplinaria en América Latina, de tendencia elitista que excluye en el debate nacional a los grupos marginados: mujeres, negros e indígenas. Estos monopolizan la esfera pública, situándose como la representación ciudadana, y a la vez legitimando al poder (Estado Nación): así también, las cuestiones de género son poco tratadas; ambas referencias diferencian claramente a los Estudios Culturales Latinoamericanos de los Estadounidenses. Los Cultural Studies en los Estados Unidos tratan los problemas de la injusticia social desde el paradigma de la política de representación: resalta las diferencias culturales a través de las esferas públicas y pretenden cuestionar el sistema desde los discursos, sean estos populares (cine, música, etc.) o tradicionales (literatura, poesía, etc.). En América Latina la representación de los grupos subalternos corre por la lógica del mestizaje y la hibridación (que no opera como rectificador de injusticias), no por la representación. Se ha visto como una manera de relegitimar cierta perspectiva hegemónica de determinado saber en los estudios culturales estadounidenses que toman a la subalternidad y a la multiculturalidad como ejes. Así también esta mirada representacional es poco viable en América Latina, puesto que en ella (y a diferencia de los Estados Unidos) no se han cubierto las necesidades básicas de la población, entonces, ¿cómo creer la promesa de mayor participación en el consumismo cuando ni siquiera se ha logrado aquello básico? Existen, según Yúdice, algunas constantes en el modo en como se articulan modernidad, dependencia y representaciones subalternas en Latinoamérica, esta es desde lo popular. Así pues, existe una tradición hegemónica en la región que reivindica la “cultura” letrada en tanto que en ella se configuraría un espacio de igualdad y competitividad con el occidente moderna a la par con la occidental (Rama).
Aportes latinoamericanos a los estudios culturales. La raza fue el terreno sobre el que se negoció la relación entre nación y Estado en los estudios de cultura popular. Se evaluó entonces, desde los 20’s y los 30’s, la manera en cómo este proceso se configura de modo afirmativo para la definición de la cultura. Así autores como Mariátegui, Freyre y Ortiz, enfatizar en ver a lo popular como lo referente al pueblo (y no a la cultura de masas) desde una referencia holística. Esta posición se centra en explorar qué tanto lo popular participó en la formulación de sus propias políticas sociales y culturales (a raíz de la modernización de los Estados Latinoamericanos desde inicio de los 20’s). También, desde los estudios de cultura y poder en América Latina, se ha explorado el carácter colonizador de los Estados Unidos (el “norte”), pero esto desde una perspectiva unidireccional: los medios masivos norteamericanos como simples colonizadores, cuando en realidad también crean conflictos y contradicciones dentro de las culturas en las naciones Latinoamericanas (como las referencias de género).
El desafío a la legitimidad del discurso intelectual: los nuevos movimientos sociales. Tiene larga data también los estudios que han relacionado cultura con los movimientos sociales, estos con el fin de descolonizar y redefinir la cultura desde criterios no elitistas y populares. En esto es importante la figura del testimonio como producción de un saber que articula múltiples disciplinas y que se opone al conocimiento “legítimo”. Esto tiene que ver con la centralidad del valor en los cultural studies: las luchas hegemónicas son espacios recorridos por procesos de valoración que afectan nuestros instrumentos analíticos y la producción del conocimiento.
El conflicto de valores. A diferencia de Sarlo (que ve en el intelectual de ahora una integración cada vez mayor a la lógica massmediática y consumista renunciando a su papel contestatario), Yúdice enfatiza que existe una perspectiva intelectual que abre espacios de interlocución entre los grupos subalternos y los centros de poder (García Canclini estaría en esta situación, el cual enfatiza la necesidad de entender el consumo no como una operación de imposición desde arriba-abajo, sino como un espacio de “racionalidad sociopolítica interactiva”, donde se da un reclamo por políticas efectivas para hacer más accesible la oferta de bienes y mensajes representativos de la variedad internacional de los mercados)
Crisis de paradigmas. Es algo que a caracterizado al desarrollo de los estudios de cultura y poder. En este sentido, se tenía una postura en la cual se marcaban las diferencias en tanto que estas serían asimilables (con apoyo de la antropología) en un proyecto moderno clientelista; este paradigma, a opinión de Brunner, es el que debe ser abandonado. Otro aspecto que se asimiló a este cambio de paradigma es el de la creación de una esfera pública que hiciera más hincapié en su papel integrador en tanto que legitima las diferentes maneras de identidades colectivas en vez de abogar por un discurso racionalizable en relación a los derechos. Este surgimiento de una esfera pública más democrática asegura que no prevalezca un solo concepto de ciudadanía, sino esta se mira desde distintos lugares y no solamente desde el derecho.
Transnacionalismo: ¿un nuevo imperialismo? Existe un impacto importante, en la década de los 90’s, de los tratados de libre comercio y el surgimiento de los acuerdos de integración (como Mercosur). Por ejemplo, el TLC con EE.UU. y Canadá en México en materia de editoriales, si bien afectó la producción nacional, aperturó espacios descentralizadores: el estado dejó en manos de las comunidades el suministro de textos escolares lo cual dio la oportunidad de que ellas controlen sus contenidos. Sin duda, desde una crítica cultural, se debe tener cuidado en centralizar solamente el aná1isis de la cultura desde una perspectiva confrontacional, sino observar aquellos procesos institucionales/estatales.
La política de la identidad y sus críticas. Yúdice discute a continuación la articulación necesaria que se ha dado en los Estados Unidos en los cultural studies entre política de identidad y performance: la primera se ha visto incompleta en tanto que no da importancia a la experiencia, esto entendido en términos de representatividad pública de la identidad. El origen en los Estados Unidos de la política de identidad se encuentra en el movimiento por los derechos civiles: fue un proceso de lucha hegemónica que abrió la perspectiva de performatizar la identidad, penetrando así las instituciones que anteriormente no daban cabida a grupos que se definían según diferencias culturales reconocidas jurídica y extrajurídicamente. Así, la estética grupal y la sexualidad pasaron a formar parte de un proceso democratizador de las esferas públicas, expandiéndose los criterios de evaluación de las necesidades y satisfacciones de todos los grupos de identidades, generando un ambiente más democrático.
Performatividad y estética en la política de identidad. La performatividad es entendida por Yúdice como una instancia donde se representa la satisfacción de un deseo. Esto, en relación con los grupos de identidad, implica una desprivatización de sus necesidades, las cuales son proyectadas en los espacios políticos y sociales. Sin este tipo de experiencia, los grupos de identidades hubiesen sido absorbidos por el mercado de la política. La ciudadanía también se ha manifestado como una instancia que, a pesar de guardar relación con la pertenencia y la participación, se ha manifestado como una instancia de poder desde la cual los grupos de identidades han sido vistos como “protegidos” “administrables” y “controlables”. Tanto los cultural studies como los estudios culturales en Latinoamérica comparten esta referencia, aunque en esta la presencia de ONG’s como una instancia democrática neoliberal instrumentaliza las luchas de los grupos de identidad a favor de nuevas formas de dominación.
La economía creativa y la nueva división internacional del trabajo cultural. Yúdice puntualiza, acerca la problemática acerca de los tratados comerciales en políticas culturales, que se ha puesto en evidencia la no articulación de un programa viable de acción por parte de la política de identidad. Esto tiene que ver con el colapso del modelo mercantil de producción, donde el producto tenía señas de identidad: esto se ha perdido debido a que ahora la producción se ha enfocado en una diversificación de los focos productivos en sus diferentes procesos. La producción cultural mantiene esta lógica, que a su vez está acompañada por un manejo de la legislación por parte de los centros de poder: se maneja la producción desde fuera, no dejando nada en las localidades (es más, se llevan los “cerebros” locales). La globalización ha generado una imagen contradictoria de las ciudades latinoamericanas: por un lado un gran número de gerentes y productores culturales; por otro, una gran masa obrera que sostiene eso. Esto genera servicios “culturales” de manera informal (ambulantes, prostituta, etc.), que a su vez satisface un deseo de exotismo por parte de los visitantes de fuera.
El deseo global de los cultural studies. Por último, Yúdice ve en los esfuerzos de conformar un espacio para los estudios culturales en Latinoamérica (en especial de parte de Daniel Mato) como una forma de dar respuesta a un mercado (EE.UU.) que ha ignorado a los investigadores del “sur” y que monopoliza los campos de análisis. Otro espacio de protesta es la monopolización por parte del Ingles de los medios de difusión, en desmedro de otros idiomas, lo cual genera un control en la distribución de lo que se ha de leer. Así mismo, Yúdice destaca la figura de Mato en tanto que rescata la intervención de los sectores populares en su propio desarrollo (tomado esto de la metodología “investigación-acción participación” de Fals Borda) y su lugar de brokerk o intermediarios que sepan negociar con las instancias locales, nacionales, internacionales y globales.

Tuesday 8 July 2008

A. Arato y Jean L. Cohen: "Esfera Pública y Sociedad Civil"

  1. La EP se refiere a un espacio jurídicamente privado en el que individuos sin estatus oficial buscan persuadirse los unos a los otros por medio de la argumentación racional y la crítica en torno a asuntos de interés general. El propósito es controlar e influir en la formación de políticas en las instituciones jurídicamente públicas del Estado.
  2. La EP es universalmente accesible, incluyente y está a salvo de las deformaciones del poder económico y político y del estatus social. Se basa en los principios de autonomía individual, igualdad de estatus, paridad de los participantes, problematización libre y abierta de asuntos de preocupación común y la crítica racional.
  3. La EP es la mediación más importante entre la ciudadanía y sus funcionarios electos en una democracia constitucional ya que: 1) Provee el único contexto en el que todos los interesados pueden participar en un plano de igualdad en las discusiones de normas y políticas en disputa. 2) Representa el nivel en que la integración legalmente regulada de grupos, asociaciones y movimientos pueden recibir la necesaria ilustración concerniente a las políticas públicas e influir en la formación de las mismas y 3) Representa la única fuente de control democrático.
  4. Respecto a la crítica que la EP omite las exclusiones reales de género, raza y estatus socioeconómico que caracterizan la vida cotidiana, los autores afirman que las normas de la emisión pública en una sociedad moderna implican la pluralización de los foros públicos en el sentido de públicos políticos, culturales y civiles. Y es que el concepto liberal de público, cuando se reinterpreta en términos de multiplicidad de formar y lugares no va necesariamente asociado con la exclusión o el silencio de grupos particulares.
  5. Sobre que en la EP es inviable una estrategia que pretenda influir al sistema político desde la sociedad debido al cierre estructural de él, los autores dicen que en los contextos contemporáneos, el argumento parlamentario opera a través del amplio circuito de la comunicación social y con el propósito de persuasión.
  6. En relación a que la sociedad es débil debido a la neo corporativización de la vida pública, los autores argumentan que las demandas de democratización y conocimiento público de los procesos de negociación, así como la auto organización de iniciativas y movimientos cívicos, tiene éxito precisamente ahí donde el neo corporativismo ha cobrado mayor fuerza.
  7. Respecto a que los medios de comunicación generan actitudes pasivas y acríticas y debilitan los espacios de sociabilidad primaria, produciendo una sociedad de masas indiferenciada, los autores expresan que aceptarlo significaría que el público se divide en una minoría de expertos razonadores no públicos y una gran masas de consumidores públicos. Y que la comunicación política sólo puede ser efectiva y competitiva si imita las técnicas de la publicidad y las relaciones públicas, de tal manera que la opinión pública dejaría de serlo.
  8. La sociedad civil es la dimensión institucional del mundo de vida compuesta por la familia, las asociaciones y la esfera pública, en ese sentido, si bien es cierto que la administración y la racionalidad económica pueden colonizar el mundo-vida y tomar o reemplazar algunos de sus procesos de reproducción por la lógica del dinero y el poder, no pueden hacerlo de manera total sin provocar la disfunción cultural y socio psicológica de la sociedad y/o de las formas de resistencia organizada.
  9. Y la posibilidad que los medios de comunicación sean más receptivos a la influencia de partidos y asociaciones que las empresas privadas dependerá del marco legal y del entramado institucional


Texto trabajado por Juan José

X. Zhang: "Multiplicity or homogeneity - The cultural political paradox of the age of globalization"

  • Luego del 11-S, se hace imperiosa la necesidad de un mapeo cognitivo de la política global y cultural para entender y construir nuevas narrativas de las contradicciones de los eventos mundiales.
  • De acuerdo con Fredric Jameson, la concepción actual del postmodernismo es lo cultural volviéndose económico y viceversa. Enfocándose en la imbricación de las fuerzas económicas, culturales, de mercado y producción de deseo y el énfasis en la articulación de subjetividades. Zhang efectivamente, insta a realizar una lectura social, cultural y política de lo que sostiene el hegemónico discurso postmoderno globalizado. Habría que prestar atención a cómo estos parámetros se han ido naturalizando hasta hacerse invisibles al producir el discurso.
  • La Globalización, desde el aspecto de libertad de las empresas multinacionales, no muestra correlación con una libertad individual del sujeto de sociedades capitalistas o para países no Occidentales. Lo que sí se muestra como un rasgo común postmoderno sería la afirmación del mercado como ideología de libertad y diversidad. Una suerte de homogenización de ideales y metas cuyo ejemplo sería el discurso de A. García en la inauguración de la cumbre. ALAC-UE. Este discurso no estaría tratando de describir una forma de vida, “the american way of life”, sino una existencia como tal.
  • En la concepción de un mundo interdependiente y de libre flujo, en la relación de vasallaje e inigualdad productos del sistema de mercado, no apunta hacia la utopía capitalista sino hacia un régimen global de control y manejo.
  • Luego de una revisión a los postulados de Habermas, en Zhang concluye que los cambios históricos y políticos desencadenantes en el cambio de la concepción de la burguesía y en su camino a la soberanía global, basados en su poder económico, cultural y sobre todo militar, encarnado por los Estados Unidos como autodenominado protector del progreso, es que podemos entender la expansión de sus valores del bien y el progreso. Para Richard Rorty, la expansión del nacionalismo americano puede ser analizado en “un contexto global de movilidad transnacional y conflicto en esferas económicas, políticas y culturales” y donde todo este esquema ideológico busca la hegemonía global.
  • Teniendo en cuenta la histórica relación entre el desarrollo capitalista y el poder del Estado, que ha ido mutando debido a la expansión de del capitalismo global, es importante notar que si bien éste requería de los Estados un marco legal y jurídico que lo legitime y proteja, los mismos avances en derechos laborales no se daban para los ciudadanos. Un ejemplo adecuado, la situación laboral en Asia. En otras palabras, el poder de las multinacionales podría haber logrado un imposible hace algunos años, desterritorializar su presencia y dominio.
  • Aún cuando el Estado Nación sea el último garante de las libertades y derechos ciudadanos, el dominio que ejercen las multinacionales sobre éstas, podrían poner sobre el tapete el declive de la idea del Estado y su soberanía nacional en la postmodernidad.
  • Ante esta coyuntura, es importante notar cómo Max Weber ya iba calificando de traumático el impacto de la economía capitalista en sociedades no Occidentales, a las cuales se les imponía este modelos y en donde se ejecutaba la elección forzada de seguirlo o extinguirse en el ostracismo. La entrada a la modernidad entonces debe ser entendida para algunas sociedades como la negación de su sistema de valores e idiosincrasia. En esta arena de dominio ideológico es donde debemos posicionarnos para entender la idea del Nuevo Orden Mundial que esconde las relaciones de diferencia y jerarquía, de centro y periferia.

Friday 4 July 2008

W. Mignolo: "América: La expansión cristiana y la creación moderna/colonial del racismo"

1.-América es una invención constituida durante el proceso de la historia colonial europea y la consolidación y expansión de las ideas e instituciones occidentales. Implicó la apropiación del continente y su integración en el imaginario cristiano. Descubrimiento e invención corresponden a paradigmas distintos, el primero es parte de la perspectiva imperialista de la historia mundial adoptada por Europa, y el segundo refleja el punto de vista de los desplazados y de quienes se espera mantengan los pasos del progreso.
2.-La configuración geopolítica elaborada desde la Historia occidental y cristiana estableció una matriz colonial de poder, y desplazó fuera de ella a determinados pueblos para justificar la violencia en nombre de la evangelización, la civilización y recientemente, del desarrollo y el mercado. La colonialidad (C) y la modernidad(M) son dos caras de una misma moneda y como tal dieron forma a la idea de América en los siglos XVI y de América Latina en el XIX, de modo que el descubrimiento y la conquista es el momento en que las exigencias de la modernidad como meta para la salvación impusieron un conjunto específico de valores cuya implementación se apoyaba en la lógica de la C.
3.-La lógica de la C es la lógica del dominio en el mundo moderno/colonial que trasciende el hecho de cual es el país imperial, y pone de manifiesto las experiencias y las ideas del mundo de los condenados de la tierra, afectados por física o psicológicamente por el racismo, que es el discurso hegemónico que cuestiona la humanidad de todos los que no pertenecen al mismo locus de enunciación (y a la misma geopolítica del conocimiento) de quienes crean los parámetros de clasificación y se otorgan a sí mismos el derecho de clasificar.
4.-Los acontecimientos que condujeron al surgimiento de la idea de América favorecieron la aparición de una nueva manera de pensar que la Teología y luego la egología no lograron controlar, salvo la materialidad de sus manifestaciones. Es el pensamiento fronterizo que en la región andina se denomina interculturalidad. La lógica de la C opera en cuatro dominios de la experiencia humana, las cuales se entrecruzan: 1) Económico, apropiación de la tierra, explotación de la mano de obra y control de las finanzas 2) Político: control de la autoridad 3) Social, control del género y la sexualidad y 4) Epistémico y subjetivo/personal, control del conocimiento y la subjetividad.
5.-La idea no manifiesta de AL es de una región que comprende una enorme superficie de tierra rica en recursos naturales con abundante mano de obra barata, y se contrapone con la retórica de los organismos financieros internacionales de que AL está la espera de su desarrollo.
6.-WM sostiene que la T de la dependencia explica el diferencial de poder en el dominio de la economía en tanto informa de una cierta estructura de poder diferencial en el dominio de la economía, pero también al mismo tiempo muestra la diferencia epistémico y la distribución del trabajo dentro de una geopolítica imperial de conocimiento
7.-La colonización y la justificación para la apropiación de la tierra y la explotación de la mano de obra en el proceso de invención de A requirieron la construcción ideológica del racismo, a partir de un modelo de humanidad no establecido por Dios como parte del orden natural sino por el hombre blanco, cristiano y europeo. En ese sentido, la cuestión de la raza no se relaciona al color de la piel o la pureza de la sangre sino con la categorización de individuos según su nivel de similitud o cercanía respecto de dicho modelo.
8.-El racismo surge cuado los miembros de cierta raza o etnia tiene el privilegio de clasificar a las personas e influir en las palabras y los conceptos de ese grupo. Abarca además de las características físicas a todas las actividades humanas. Y al decir eres negro o indio, se dice además no eres como yo. En ese sentido, De las Casas en el siglo XVI estableció cuatro clases de bárbaros: 1) De conductas extrañas y violentas, cuyo sentido de la razón, de las justicias, de los modales o de la generosidad era aberrante 2) Cuya lengua carecía de una locución literal que respondiera de las misma manera que nuestras locuciones responde al latín 3) Carentes de un sistema básico de gobernabilidad 4) Poseedores de racionalidad y estructura legal pero infieles o paganos y 5) Contrarios y dedicados a debilitar el cristianismo, en suma los enemigos actuales y potenciales. Los indios fueron incluidos en la segunda y cuarta categoría.
9.-La idea de AL en el plano ontológico habita en la conciencia de los criollos y mestizos que se identifican con la historia y ascendencia europea, en tanto las prácticas y dominios de los indios se fueron incorporando en la historia universal concebida desde la perspectiva y experiencia cristiana de Occidente, además de la eliminación de los términos dados por los pueblos que habían vivido en el continente antes de ser descubiertos. De modo que, para comprender el significado de A debe considerarse que no existe una división ontológica continental sino que la tríada es una invención cristiana. Y que la historia legitima un relato de sucesos en desmedro de otros que silencia: la colaboración entre el capitalismo y el cristianismo. El capital convertido en capitalismo tuvo como consecuencia la devaluación de la vida y la naturalización de la idea que esta es prescindible, generando el racismo que perdura hasta hoy.
10.-La idea de A está relacionada a la de Occidentalismo, el que presenta dos dimensiones: 1) Sirvió para la cultura occidental en el espacio geohistórico y 2) Fijó el locus de enunciación privilegiado. Fue un concepto geopolítico y la base del saber desde la que determinaron todas las categorías de pensamiento y todas las clasificaciones del resto del mundo, a diferencia del Orientalismo, que no gozó de este privilegio. Una consecuencia importante es que el mundo es en apariencia lo que las categorías europeas y estadounidenses de pensamiento permiten decir que es. Desde esta perspectiva, establecer diferencias culturales es ignorar la relación de poder entre los países desarrollados y no desarrollados. Además de que el acceso al conocimiento y a la riqueza económica depende en qué parte del mundo uno haya nacido y se haya educado y en qué idioma hable. La desigual distribución del conocimiento es lo que se denomina geopolítica de la epistemología, así como a la distribución de la riqueza se le llama geopolítica de la economía.
11.-AL se utiliza como reflejo de una toma de conciencia crítica de decolonización, y el americanidad remite a los silencios de las historias oficiales publicadas. La aparición de A causó 1) La expansión geográfica del mundo 2) el desarrollo de diversos métodos de control del trabajo según los productos y las zonas de la economía mundial y 3) establecimiento de fuerte aparatos estatales en el extremo imperial del espectro colonial.
12.-WM afirma que si en lugar de concebir a la historia como un proceso cronológico lineal, sino como procesos históricos que interactúan notaremos que la modernidad y la colonialidad son dos caras de la misma moneda. Y en los tiempos actuales, la matriz colonial se vuelve a transformar pues la apropiación y control del espacio son una nueva forma de colonialismo, que significa el dominio de los recursos intelectuales. Pero al mismo tiempo de una América templo del liberalismo, existe otra que provee la tierra y los recursos naturales y la mano de obra barata, pero también Estados emergentes y contestarios y numeroso movimientos sociales.


Texto trabajado por Juan José

G. Cánepa: “Cultura y política: una reflexión en torno al sujeto público”

1. Cultura y política. La esfera pública, definida como campo de discusión discursiva tanto de lo que es de interés general como del poder para representarlo, administrarlo y regularlo, debe ser abordada desde la relación entre cultura y política. Esto se debe a que las prácticas culturales tienen un contenido tanto poético (en su papel de constructor de sentidos) como político (pues en ellas se muestra las luchas entre significados por el control de su producción y administración). Así también la cultura se ha mostrado como un instrumento ideológico efectivo por lograr una naturalización de aquello que es históricamente configurado; por lo cual, acercarse a la política desde una perspectiva cultural nos permitirá entender los mecanismos de representación y simbolización de lo político y afirmar que ello es producto de un contexto histórico más que algo sustancial. Cánepa pasa luego a señalar que la política esta cada vez siendo más intervenido por la cultura; en este sentido, las luchas culturales (tales como la identidad o los derechos humanos) se han convertido en fines políticos en sí mismo, lo que llevaría a pensar que todo movimiento social tiene un contenido cultural, y esto se debería fundamentalmente a que ello está configurando la propia naturaleza de lo político y en ese sentido conlleva la posibilidad de transformarlo. La cultura entonces, más que un espacio para poder expresar las diferencias en una sociedad, se ha convertido en un arma política para tomar acciones contra los regimenes de exclusión. A su vez, la cultura ha transformado la manera en cómo se expresa la lucha política, impregnándola de una retórica más acorde con los reclamos sobre políticas culturales y que en la actualidad ha trascendido su propio campo de acción para situarse dentro de los diversos espacios de luchas políticas, aunque esto queda sobreentendido en el carácter cada vez mas constituyente de la cultura en la política. Esta cualidad ha hecho imprescindible a la cultura como mecanismo fundamental de gobierno (en su valor de legitimador a través de la performance cultural volcado a lo político); de esta manera, el modelo democrático participativo comienza a instrumentalizar repertorios culturales, tomando así a la cultura como un recurso (Yúdice). Pero esto no garantiza que el modelo participativo sea “más” democrático; más aún, ya que la instrumentalización hace referencia a que esta normaliza y regulariza la participación, puede convertirse en un arma que excluya los modos de acción participativa que no se encuentren acordes a los propios parámetros que ella sostiene, despolitizando la esfera pública. En este sentido, el abandono del Estado de los campos sociales donde se dan estos fenómenos puede acentuar dicha despolitización, encarnándose en lo que ha sido llamado el tercer sector, que es la homogeneidad de las sociedades ante la ausencia de proyectos políticos. Estos procesos podrían dar a entender una desaparición del sujeto político, sin embargo Cánepa enfatiza que este puede ser identificado –comprendiéndolo en su capacidad de agencia– en aquellos campos políticos en donde la cultura ha tomado gran importancia. Así, para entender lo político y sus transformaciones, Cánepa plantea analizar a ese sujeto político más que al campo político en sí.

2. Esfera pública y cultura. La reflexión actual sobre la esfera pública proviene de las consideraciones que efectuó Habermas sobre ella, así este la definió como un espacio institucionalizado de asociación libre y acción discursiva donde se genera una opinión pública que tenga una función crítica, lo cual abre la posibilidad de pensar lo político desde una perspectiva que trasciende lo meramente institucional. Es así que desde este espacio se ha pensado en modelos democráticos más inclusivos que sean representativos de una ciudadanía plena. Pero esto choca con un problema que radica en la versión original de la esfera pública: en ella se muestra a un sujeto abstraído de lo social y donde sus diferencias son invisibilizadas; más aún cabe enfatizar en que existen múltiples esferas públicas en tanto que la ciudadanía es en suma diversa. Eley propone definir a la esfera pública como un espacio de disputa o negociación ideológica-cultural entre grupos y discursos diversos y a su vez las maneras en como estos se legitiman como los “apropiados”. Esto lleva a dos consideraciones: la esfera pública ha sido definida como excluyente, y no en el acceso solamente, sino también en su distinción político-cultural. Entonces, el desarrollo de la esfera pública estuvo asociado a una clase burguesa y su forma retórica legitimada fue la del estilo “virtuoso y viril” (Fraser), que trataba de marcar diferencias de las clases aristocráticas que buscaba reemplazar en el ejercicio del poder, y de las clases bajas, objeto de su hipotético dominio. Entonces la esfera pública tal como la pensó Habermas, caracterizada por un sujeto público con la capacidad para abstraerse de sus influencias culturales y un domino de la retórica racional, en realidad haría referencia a una igualdad que encubre relaciones de poder tanto en la medida en como se accede a esta (solo a través de una retórica “racional” que expropia a los individuos de su bagaje cultural) y la apariencia de un “único discurso” de interés público que oculta la particularidad del mismo que se encumbra frente a los demás, en este sentido estamos, enfatiza Cánepa, frente a la legitimación del dominio de una clase –y de su narrativa particular– sobre las demás. Todos estos postulados, además de ser falsos, son inviables: la particularidad de un grupo se encuentra también en sus formas de expresión, por lo cual, pedir una “abstracción” cultural en la esfera pública es imposible. Ahora, desde la perspectiva de Habermas, la multiplicación de públicos y la intervención privada en la esfera pública a través de los medios de comunicación han sido las causas del declive de ella; sin embargo Cánepa puntualiza que, en tanto la esfera pública señala modos de mediación cultural (técnicas de persuasión) no solo con el fin de dominación sino también con el de mediación y consenso entre los diversos actores, estos dos factores en realidad estarían inscritos en la propia naturaleza de la esfera pública. Aunque se podría señalar que la mediatización y la espectacularización, más que herramientas de democratización de la esfera pública, sirven a intereses de gobiernos autoritarios o no legitimados (Cánepa señala el caso de Fujimori persiguiendo a Montesinos; a Toledo presentando el programa de Travel Channel “The Royal Tour”; y a Alan García aceptando la paternidad de su 6to hijo), esto no es del todo cierto, puesto que muchas veces los medios han sido instrumentales a causas democráticas (como por ejemplo, cuando una estrella de la farándula hace uso de los medios para convocar a una acción social, política o económica), por lo cual, esta mediatización de la política debe estudiarse desde las relaciones que se forjan entre política, mercado y cultura. Sobre esto último, Cánepa introduce el concepto de cultura pública, extraído de Appadurai y Breckendrige: determinar primero los términos “producción pública” y “esfera pública”: la primera implica una construcción cultural en donde confluyen la vida doméstica y los proyectos del Estado-Nación (aquí se encuentran los distintos grupos identitarios –de clase, etnicidad y género– constituidos por una experiencia mass mediática; la segunda tiene una relación con un tipo de construcción europea que se encuentra más relacionada con la política formal, es decir, con las formas representacionales y retóricas burguesas. Así, el concepto de cultura borra las fronteras entre lo público y lo privado (en tanto que trata al sujeto público en todas sus relaciones sociales) y admite todas las formas representacionales que transmitan una opinión o reflexión. Esto se encuentra relacionado cercanamente a los estudios que se han ocupado de situar a la audiencia como un participante activo en la construcción de discursos o en su resignificación; a su vez cabe un acercamiento a su capacidad de agencia, de intervención efectiva en el orden social, y esto guarda estrecha relación con la posibilidad de formación de una audiencia activa o público fuerte (Fraser) desde un discurso que emerge de la noción de cultura pública.

3. Repensando al sujeto público: de la representación a la acción performativa. Ante todo esto, nos queda afirmar que en la actualidad los procesos económicos, tecnológicos y comunicacionales afectan directamente a la producción cultural, tal contexto ha sido llamado por Turner la “coyuntura cultural”. En este sentido, la cultura ha sido mostrada como diferencia y como recurso (Yúdice), lo cual tiene como causas la crisis del Estado-Nación, la presencia de una clase media que busca sus patrones de diferenciación en el consumo. Esto ha generado que el orden de la representatividad se haya ubicado en la cultura, y que se explore su capacidad como poder social en tanto que demanda de inclusión al poder central. Por el lado económico, se ha visto la constante mercantilización desde los medios de las identidades por parte de los ejes de poder: Estado, medios de comunicación y el propio mercado; esto ha generado una lucha por la representación (desde esos grupos hegemónicos) y por la autorepresentación (desde los grupos de identidades culturales), la cual entonces gira en un marco de cultura popular, donde mercado, cultura y medios de comunicación se entretejen. Esta mercantilización ha hecho que estos grupos de identidades respondan situando a su propia cultura como recurso, a su vez, el nacionalismo también se encontraría dentro de esta estrategia: la “diferencia cultural” es la pauta para una real agencia en lo social. Pero todo esto muestra lo contradictorio de la puesta en marcha de la cultura como diferencia: la multiculturalidad han llevado a una lucha por el poder, el verdadero control político y económico sigue siendo centralizado. Esto ha llevado a pensadores como Zizek a manifestar que la lucha desde la cultura es instrumental al neoliberalismo en tanto que esta es proclive a ser reducida por el mercado, ocluyendo la real lucha frente a la economía y la política. Esto ha llevado a Yúdice a afirmar que el punto central se encontraría no en la cultura como diferencia, sino en su instrumentalización por el poder central, y esto configurarían un régimen del mostrar hacer (Schechner) en el cual los sujetos actuarían activamente en el sistema, pero justamente esta actuación es lo que el poder articularía a su favor. Es por esta razón que la noción de cultura como recurso implicaría entender la diferencia en el sentido performativo más que como representación, y ubicar la agencia en la vida social en un lugar central, y si bien esta performance se encuentre determinada, no debe desestimarse en tanto que desde esa posición las diferencias culturales tienen acceso a los medios de masas que pueden ser instrumentalizados y politizados para agenciar directamente; todo esto en clara diferencia con el modelo representacional, el cual un grupo es efectivo en tanto el discurso de este se constituye como el universal. A su vez, esto guarda relación con lo que Mah ha llamado lo público: el sujeto es un ente abstracto, tal como lo ve la forma representacional de la diferencia cultural; así, un grupo diferente no podrá agenciar en la vida social en tanto este no se constituya como el público, es decir, mientras no haga de sus propias formas de representación y de retórica “lo abstracto”. Desde esta perspectiva Mah señala que la concepción de cultura pública erosiona al sujeto abstracto, sitúa a la lucha por el poder desde una perspectiva más democrática, pero además, da posibilidades de traducir la lucha en acciones concretas. Esto es claro en el ámbito peruano con respecto a la discriminación: se ha logrado avances desde la esfera pública (hay un acuerdo tácito sobre el rechazo hacia tales comportamientos), y esto ha visto su reflejo desde la acción a través de la “cultura del parque”: se ha convocado a una interacción entre los diversos grupos, generando espacios de inclusión.

Monday 30 June 2008

B. De Sousa Santos: "Hacia una concepción multicultural de los derechos humanos"

La mayor preocupación de Boaventura de Sousa Santos es encontrar un diálogo cultural basado en el reconocimiento de los derechos humanos. Para ello, el autor acuña el término “hermenéutica diatópica” que dado el carácter incompleto de cada cultura, ayudaría al diálogo entre estas. Así, se podría construir un marco donde los derechos humanos sean el motor de una política incluyente.

El primer paso en el trabajo del autor es encontrar las tensiones que afectan la modernidad y el diálogo cultural.

  1. Entre la regulación social y la emancipación social. Donde la emancipación ha dejado de ser el otro de la regulación para pasar a ser el doble de ésta.
  2. Entre el Estado y la sociedad civil. Si los derechos humanos surgen como un freno a un Estado violador de éstos, la tensión aparece cuando el Estado ahora tiene que ser un garante del cumplimiento de los mismos.
  3. Entre el Estado Nacional y la globalización. La autoridad del Estado erosionada por el avance de la globalización plantea la duda del desplazamiento de los derechos humanos.

¿Cómo concebir a los Derechos Humanos? El autor planeta conceptualizarlos como una forma de cosmopolitismo, un proyecto cosmopolita y no como formas de localismo globalizado, que fomenten choques culturales. No obstante, esta tarea no resulta sencilla en la medida que la búsqueda de universales es una tendencia occidental y en donde el discurso sobre derechos humanos obedecen a intereses económicos y políticos. Ante esta coyuntura, también se han desarrollado marcos alternativos, concepciones no occidentales de derechos humanos que busquen un dialogo intercultural.

Pero para llegar a este punto, es necesario tener ciertas condiciones:

  1. Trascender el debate sobre el universalismo y el relativismo cultural. En cambio, proponer diálogos interculturales.
  2. Comprender que es necesario encontrar preocupaciones isomórficas entre las culturas. Un concepto no puede ser aplicable en todas las culturas, no es universal.
  3. Toda cultura es incompleta. Por tanto, es necesario elevar la incompletud cultural para una concepción multicultural posible.
  4. No todas las culturas tienen el mismo concepto de dignidad humana.

El diálogo intercultural pone énfasis en la diferencia. Y sólo a partir del reconocimiento de la diferencia se producen e intercambian argumentos. La hermeneutica diatópica apunta justamente a desnudar la cultura, mostrarle tan incompleta como sus argumentos. Sólo a partir de este reconocimiento de la falta, se puede dar el diálogo y la comunicación.

“elevar la conciencia de la incompletud a su máximo posible participando en el diálogo, como si estuviera con un pie en una cultura y el otro en la restante. Aquí yace el carácter diatópico”.


Resumiendo los argumentos que el autor plantea respecto a la hermenéutica diatópica, ésta permitiría hablar desde la concepción de los derechos humanos occidentales o desde una posición religiosa hindú, pues todo discurso como ya hemos visto se presenta inherentemente vacío e incompleto. No existe una idea de verdad total y por tanto, cada una puede tomar algo de la otra, no para completarse sino para reformular su propio discurso.

“El reconocimiento de la incompletud y debilidad recíproca es una condición sine qua non para un diálogo intercultural”.

Respecto a los derechos humanos, es pertinente resaltar que las reivindicaciones emancipadoras son contextualizadas para cada cultura local en clara alusión a evitar la canibalización cultural de los sectores hegemónicos. Un ejemplo muy interesante, lo da respecto a la posición de la religión islámica frente a los derechos humanos. Luego de una tensión de ideas, se concluye que la dimensión religiosa es necesaria vindicarla y no renunciar a ella, y la posición cosmopolita de los derechos humanos sólo puede darse dentro de un marco religioso ilustrado. En líneas generales, la conclusión es que la hermenéutica diatópica requiere de un saber colectivo y participativo. “Conocimiento como emancipación más que conocimiento como regulación”.

Dificultades del multiculturalismo progresista:

Entre los principales contratiempos para un adecuado debate multicultural, podemos señalar la necesidad de una contemporaneidad simultánea de las culturas. Con ello, se alude a qué tan difícil es que dialoguen dos culturas cuando entre ellas existe una relación de subordinación, colonialismo o similares, que afecten el diálogo cross-cultural. Esto derivaría a que ciertas partes del diálogo sean impronunciables, que ciertas demandas de una de las partes no sea tomada por la otra.

Otro aspecto a tomar en cuenta, es la incompletud necesaria para empezar el debate cultural. Algunos arguyen que sólo una “cultura completa” puede entrar al dialogo intercultural sin el riesgo de ser absorbida o totalmente silenciada. Por ese camino, se entiende la lectura que sólo esta cultura hegemónica puede darse el lujo de verse incompleta sin el peligro de ser diluida en el diálogo. No obstante, si una cultura se ve a sí misma como completa, ¿qué necesidad tendría en el diálogo? Una solución posible sería elevar los estándares del diálogo al punto que no sea posible una conquista cultural, pero no tanto, como para que sea imposible dialogar.

Pero además, son necesarias al menos unas coordenadas, unas condiciones, que hagan plausible que este diálogo intercultural se lleve a cabo. El autor los resume de la siguiente manera:

  1. De la completud a la incompletud: Un punto harto repetido en el texto, punto nodal de la hermenéutica diatópica, es tener conciencia de la inconsistencia de la propia cultura.
  2. De versiones estrechas a versiones amplias de culturas: Si ya hemos entendido que las culturas no son completas, es lógico entonces que no sean cerradas, estables. Al contrario, presentan una amplia variedad interna y este punto, en el punto más amplio de la reciprocidad, en donde el reconocimiento de la otredad tendrá lugar.
  3. De tiempos unilaterales a tiempos compartidos: Tanto este punto como el siguiente tendrán enfocados a la posición hegemónica. Esta idea se basa en la necesidad de no forzar el dialogo a la conveniencia de la cultura más fuerte, sino buscar una simultaneidad en la necesidad de dialogar.
  4. De partes y asuntos impuestos unilateralmente, a partes y asuntos escogidos mutuamente: El diálogo cultural debe ser sobre un asunto que ataña a ambas y no sólo a los intereses de una. “A inquietudes comunes de las cuales emerge el sentimiento de incompletud”.
  5. De la igualdad o la diferencia a la igualdad y la diferencia: Es la idea básica de no sólo respetar la diferencia sino de a partir de ésta poder construir una política multicultural. “Las personas tienen derecho a ser iguales cuando la diferencia las hagan inferiores, pero también tienen el derecho a ser diferentes cuando la igualdad ponga en peligro su identidad”.

N. García Canclini: “Entrada / Salida”

Entrada.
García Canclini comienza explicando que existe una gran incertidumbre sobre qué es la modernidad, o como puede ser esta leída. Ahora bien, parece que esa lectura no debe radicar en aspectos puramente económicos, políticos o culturales: en tanto que América Latina es un espacio donde la tradición convive con una modernidad efectuada a medias, los fenómenos a analizar no son discernibles específicamente en uno de estos tres aspectos analíticos. Así, García Canclini elabora 3 hipótesis acerca de la modernidad en América Latina: 1.esta tiene un valor incierto: la modernidad no solo radica en lo que separa naciones, etnias y clases, sino en los cruces entre la tradición y la modernidad. La diversidad producto de esto no solo responde a estrategias desde los sectores hegemónicos: hay también una búsqueda desde lo subalterno por esas mismas estrategias (el artesano que busca “interesar” con sus productos al mercado urbano). 2. Lo tradicional y lo moderno como términos opuestos o excluyentes no tienen ningún sostén; a su vez, separar a la producción cultural en lo culto, lo popular y lo masivo resulta algo completamente engañoso. Por lo cual –y a través de una ciencia “nómada”– se debe abordar estos temas desde una perspectiva transdisciplinaria involucrando fundamentos teóricos de la literatura (que se ocupa de lo culto), antropología (que aborda lo cultural) y las ciencias de la comunicación (específicamente en su tratamiento de la cultura de masas), tratando percibir la hibridación que se da entre estos tres términos. 3. El concepto de hibridación desborda su aspecto meramente cultural y se enfocará hacia otras esferas, tales como la política: Ejemplo: las razones por las que tanto las capas populares como las élites combinan la democracia moderna con relaciones arcaicas de poder.

Ni lo culto, ni popular, ni masivo. García Canclini propone que el texto sea entendido como una ciudad, en la cual tanto lo culto, lo popular y lo masivo se remiten mutuamente a cada momento. Para esto se debe refutar aquellas concepciones tradicionalistas –que ven la cultura como algo “puro”, “auténtico”, preservado de cualquier influencia moderna– y modernistas –la cultura sin límites, una búsqueda por la universalidad y el progreso–. Las relaciones entre uno y otro son muy complejas: en el ámbito de la modernidad no se agota lo tradicional: El nombre de la rosa, novela erudita no ha sido borrada por la cultura de masas, más bien esta se ha convertido en un bestseller; así también lo tradicional no excluye modernidad: la artesanía ahora cumple funciones de mercado pues sus productos son requeridos por cada vez más consumidores que encuentran en ellos símbolos de distinción. Se puede concluir de esto que la modernidad, aunque disminuye el papel de lo tradicional, lo culto y lo popular, no lo suprime; sujeta a estos a una lógica de mercado, así, estos dejaron de ser entidades autosuficientes para convertirse en híbridos que expresan las diversas estrategias –que suelen situarse en un espacio de concesiones que trascienden lo artístico o lo cultural– para perdurar en el mundo contemporáneo: bajo la hegemonía del capitalismo y su tendencia a subyugar todo producto cultural bajo las leyes del mercado, lo tradicional busca su subsistencia acomodándose a dichas exigencias.

La modernidad después de la posmodernidad. La forma en cómo se ha llevado a cabo el proyecto moderno en Latinoamérica y lo que emergería de dicho proceso ha generado dos lecturas: 1. una modernidad deficiente desde las metrópolis, a raíz de un conflicto entre el modernismo cultural (entendida esta como proyecto cultural particular crítico) y la modernización social (proceso socioeconómico que tiene como culmino la modernidad); 2. una posmodernidad de larga data, debido a que convivimos con el multiculturalismo, con el bricolage cultural. Estas lecturas tienen su origen en las concepciones de modernidad: aquí se expresa con ironía la paradoja que implica hablar de posmodernidad (desde las artes y la filosofía) aún cuando no se ha alcanzado un completo tránsito hacia la modernidad (desde la política y la economía). Así, aunque nuestras instituciones académico-artísticas han visto ya una modernización en sus ámbitos de acción, aún subsisten en la sociedad patrones culturales premodernos (tales como el caciquismo, el analfabetismo, la religiosidad, etc.). Así, desde finales del siglo XIX, se ha construido un Estado del disimulo –término usado por el escritor José Ignacio Cabrujas en relación a Venezuela– donde se pretende dar orden y constituir a un Estado; más aún lo real es que vivimos en una especie de hotel en el cual las leyes son solo normas que no incluyen un proyecto nacional inclusivo, sino más bien un reglamento de usufructo del territorio nacional. Pero, en estas críticas a la configuración de los estados latinoamericanos, aún subyace la idea de la modernidad atada a patrones occidentales (postulados por Weber y Marx); García Canclini se propone más bien hacer una revisión de la modernidad conectándola con las transformaciones ocurridas en la década de los 80’s en América Latina, en la cual se puede evidenciar que actualmente algunas propuestas occidentales de modernidad (como la industrialización, el fortalecimiento de los Estados Nacionales, etc.) son vistas como las causas por las cuales Latinoamérica no ha accedido a la modernidad; más aún otras han sobrevivido como parte del discurso de la modernidad (exigencia de una producción cada vez más eficiente). A su vez, para lograr un análisis acerca de la modernidad vista desde Latinoamérica, señala García Canclini, debemos abandonar aquellas propuestas evolucionistas que esperaban acceder a ella a través de erradicar las prácticas sociales basadas en lo tradicional, y asimilar la forma de vida citadina, así como hacer de la racionalidad y la ciencia la estructura de nuestras relaciones colectivas. En este sentido es importante señalar la importancia de la posmodernidad como crítica al mundo moderno más que como su reemplazo como orden social: esta evidencia el error del discurso moderno homogeneizador en desmedro de lo tradicional.

Salida.
Para entender la modernidad en Latinoamérica se la debe abordar desde un punto de vista pluralista que acepte como referencia central de análisis las combinaciones entre esta con la tradición y la posmodernidad. Así, en nuestros países, puntualiza García Canclini, se han dado los cuatro rasgos de la modernidad (emancipación, expansión, renovación y democratización), más aún se han manifestado de forma confusa y contradictoria: la vida cultural se ha emancipado a raíz de su secularización, pero coexisten junto a ella comportamientos tradicionales; la renovación ha llegado a partir de un crecimiento acelerado de la educación media y superior, así como de la experimentación artística y las innovaciones tecnológicas, pero esta tiene una distribución desigual; la democratización se ha logrado gracias a los factores anteriores, más aún, esta ha llegado por canales no acostumbrados (medios de comunicación y organizaciones no tradicionales: juveniles, feministas, ecológicas, urbanas) esto debido al descrédito de los actores antiguos de la democratización. La expansión es un factor que si ha generado múltiples contradicciones: el crecimiento económico en América Latina ha dado un porcentaje decreciente hacia finales de los 80’s, dando por consecuencias una situación más dependiente y un estancamiento tecnológico muy grave. Más aún, no existe una relación simple entre crecimiento económico y cultural, por lo cual se debe entender esta relación en un sentido más complejo: vivimos en una modernidad insatisfactoria debido a su propia interacción con las tradiciones persistentes. Así también, en este cruzamiento de ambas se ha generado una problemática posmoderna, donde la modernidad es negada y afirmada al mismo tiempo en su contacto histórico con lo tradicional. Así, aquellas reivindicaciones de las identidades regionales o nacionales muy frecuentes a finales de los 80’s en Latinoamérica deben ser observadas no como una negación de lo exógeno, sino como una respuesta a la interacción con ofertas simbólicas internacionales.

Entrar o salir. Al respecto de esto último, una gran traba para pensar la actual recomposición de lo cultural en América Latina es la línea apodíctica que afirma lo nacional como un todo homogéneo desde la perspectiva de los museos nacionales de antropología e historia, privilegiando una imagen mítica de la nación (caso de México por ejemplo). Así, cabe plantear la modernidad como un concepto equívoco, en tanto tiene múltiples sentidos, y a su vez entenderla como el desarrollo histórico de un conjunto de estrategias para entrar o salir de lo que implica lo moderno desde occidente. Pero esto no se reduce solamente a eso: la modernidad en Latinoamérica se ha configurado como una condición que penetra tanto al campo como a la ciudad, así siempre está reconfigurándose (a través de los movimientos modernizadores) en su contacto con lo tradicional o con lo masivo, es en suma la principal opositora del fundamentalismo emergente (que paradójicamente se nutre del propio contacto). Es así que la posmodernidad no se puede entender como una superación de la modernidad: es la constante reformulación de los términos de su interacción con lo tradicional.

Dónde invertir. Esta “reconversión” es a su vez producto –en parte– de la actualización del mercado: los medios por los cuales se accede al “progreso” ya no son solamente los pactados por lo tradicional y lo culto (la educación universitaria por ejemplo) sino más bien dejar de lado aquellos paradigmas y hacer “otras cosas”. Ante esta problemática, han surgido tres respuestas: 1. un conservadurismo que se propone separar –de manera elitista– lo tradicional/culto y lo moderno/masivo. 2. una negación de que los medios de acceso social tradicionales hayan quedado caducos; así lo que se debe hacer es “invertir” en otros lugares más convenientes: apuntar hacia un tecnicismo o practicidad en lo social (razón por la cual se encuentran en boga carreras relacionadas a la computación y a las ciencias sociales) más que a lo tradicional (las humanidades). 3. hay que mantener una actitud “camaleónica” con respecto a lo culto, lo popular y lo masivo: hay q actuar en cualquiera de los escenarios que nos propone la coyuntura actual. Más aún, estas tres respuestas muchas veces entran en contacto conflictivamente, teniendo como resultado de esto un fortalecimiento de los espacios de competencia de cada uno de los sectores que defienden dichas respuestas: lo culto académico/artístico intenta mantener su distancia con lo masivo popular/artesanal (ejemplo de esto fueron las polémicas entre artesanos y artistas en Perú). Más aún, pareciese que hay espacios donde uno y otro se toleran: la academia legitima la intromisión de intelectuales en medios de comunicación masivos como la prensa o la televisión en tanto que estos solo sean actores pasajeros y no se encuentren involucrados totalmente en la lógica de masas (es por esta la razón que son rechazados por la academia escritores “masificados” como Chomsky –porque hace política desde su obra intelectual– o Umberto Eco –que interviene frecuentemente en los medios de comunicación–). Toda esta problemática se desarrolla, a juicio de García Canclini, en una pugna por la hegemonía en el cual lo culto/elitista lucha por mantener su esfera de poder libre de la intrusión de lo popular/masivo, en una lógica de distinción así como de defensa del capital simbólico. Esta a su vez es la razón por la cual se renueva frecuentemente los bienes culturales: hay una necesidad de innovar –para mantener a un público de “elite”– cuando la producción se ha masificado. Aunque existen aquellos que logran colocarse con igual éxito en lo culto/elitista y lo popular/masivo (tal es el ejemplo de Caetano Veloso, o los cineastas norteamericanos Woody Allen o Copola, símbolos de la tercera respuesta a la reconversión explicada líneas arriba) haciendo posible una fusión entre ambos.

Como investir. Así pues, lo culto, lo popular, lo nacional y lo extranjero son construcciones culturales definidas históricamente más que esencias inmanentes. La dificultad de definir a cada término radica en que estos, por ser engendrados desde la modernidad, son redefinidos frecuentemente por acción de esa misma modernidad, pues en ella existe una tendencia relativista y antisustancialista. Esto también es originado por el fracaso de las élites académicas en su esfuerzo por diferencias lo culto y lo popular, cuando se aprecia que dicha dualidad de tipo excluyente es insostenible de acuerdo con el movimiento modernizador operado en Latinoamérica., es por esto que sería mejor tratar dichos términos como escenarios donde los relatos sobre la modernidad se escenifican. Así pues, lo que se ha llamado “reconversión” cultural en Latinoamérica trasciende las relaciones simples entre economía y cultura: en ella también se da un proceso de “investición” donde se desplazan y se hacen temporales los valores simbólicos producto de esos entrecruzamientos que da cuenta la reconversión, y este proceso explica el porqué persisten y a la vez se vuelven obsoletos algunas formas tradicionales de lo culto y lo popular. La industria de masas propone por esto una muestra más acorde con la fragmentación social a la cual se ha visto sometida Latinoamérica: esta es un acercamiento a lo temporal instantáneo, a lo desechable (a través de la televisión, los video-juegos, los bienes descartables, etc.) que hace referencia a la reconversión; en cambio, desde lo tradicional/culto, se hace referencia a un circulo histórico, donde las vanguardias son vistas como regresiones de algún saber ya asimilado anteriormente. El folclor, al hacer siempre referencia a un saber anterior esencial que refuerza las relaciones sociales existentes, no grafica en suma aquella reconversión, más aún se muestra como un reducto intangible de lo tradicional; al igual el arte: en ella se encuentra la constante esencialidad de su distinción. Por esta razón ambas comparten una forma de ritualización donde buscan permanecer frente al cambio temporal: a través del ritual de su propia “muerte” ellas anhelan superar el trauma de la inexistencia simbólica. Pero esto también trae como resultado una redefinición de ambas, así no solamente se trata de una dramatización (a través del ritual) frente a la transición que trae consigo la reconversión: tanto artistas y artesanos emprenden en ella una búsqueda por nuevos significados para las intersecciones entre lo culto y lo popular, lo nacional y lo extranjero, representando siempre un papel “liminal” debiendo su “renacimiento” a su interacción con nuevos públicos, nuevas formas de circulación y de propaganda.

Mediación y democratización. Pero esta redefinición de sus campos simbólicos tanto de artistas como de artesanos contradice la lógica de mercado que tiende hacia la concentración del capital en grandes monopolios: estos ven la ruptura de las fronteras nacionales en la subyugación de las formas culturales locales a las cadenas transnacionales de productos y circulación de bienes simbólicos; a su vez obligan a los artistas y artesanos a adscribirse a dicha propuesta, la cual consiste en desplazar las normas exigidas en la producción industrial (eficacia y rendimiento en el uso de los materiales y el tiempo) hacia la actividad artística en desmedro de la creatividad. Para poder revertir esta situación nos enfrentamos con dos obstáculos: 1. la inercia de algunos sectores de artistas para cambiar su situación laboral; 2. la propia reticencia de los artistas que muestran criterios muy cerrados acerca de la manera como se experimenta y se simboliza lo artístico. Pero, desde la década de los 80’s, ha surgido una crítica posmoderna a todos estos criterios: la visión artística desde una “verdad homogénea” y que hacen demasiado énfasis en los gestos sociales son rechazadas y se puntualiza en la situación fragmentada de lo social, así como en una “contraépica” en Latinoamérica que “desenfatice” el gesto social. Esto para García Canclini puede aparecer con doble sentido: 1. generaría una apertura, una resignificación de las incertidumbres sociales en tanto que el arte mantenga su preocupación por lo social; 2. si eso se pierde la crítica posmoderna se convertiría en un remedo artístico que respondería a la atomización del mercado por parte de la diversidad de consumidores. Sin duda esta contingencia (acerca de la “apertura” o “fragmentación”) sirve también en el caso de las nuevas tecnologías: estas, ¿abren al público, democratizan las posibilidades informativas y comunicacionales, borran las diferencias entre los estratos culturales o son nuevas formas de segmentación, de manifestación de la verticalidad del poder? García Canclini manifiesta acerca de esto que la segunda alternativa es la correcta y que coexisten con esa descentralización, antiguas formas de ejercer el poder y centralizarlo. Un caso sintomático de esto es que el Estado ya no se interese en lo cultural, dejando esta en manos de la sociedad civil; esto solamente genera que los estratos sociales se alejen al ver su consumo cultural fragmentado (este es el caso de la televisión por cable, solo accesible a un pequeño grupo, así como el acceso a libros los cuales se convierten en espacios de elitización social). Así pues, si bien la expansión tecnológica y el pensamiento posmoderno contribuyeron a descentrar la producción cultural, el desarrollo político lo concentra. García Canclini concluye con enfatizar en que la lucha frente a estos poderes hegemónicos debe enfocarse en buscar una radicalización sin caer en el fundamentalismo: una crítica hacia el modelo neoliberal sin caer en la esencialización.

Sunday 29 June 2008

Rosana Guber: "Observacion participante"

Observacion participante
Guber, Rosana

"Observación participante", consiste precisamente en la in especificidad de las actividades que comprende: inte­grar un equipo de fútbol, residir con la población, tornar mate y conversar, hacer las compras, bailar, cocinar, ser objeto de burla, confidencia, declaraciones amorosas y agresiones, asistir a una clase en la escuela o a una reunión del partido político. En rigor, su ambigüedad es, más que un déficit, su cualidad distintiva:

I. Los dos factores de la ecuación

1.1 El objetivo de la observación par­ticipante ha sido detectar las situaciones en que se ex­presan y generan los universos culturales y sociales en su compleja articulación y variedad. Que la presencia ante los hechos de la vida cotidiana de la población garantiza la confiabilidad de los datos re­cogidos y el aprendizaje de los sentidos que subyacen a dichas actividades. La experiencia y la testificación son entonces "la" fuente de conocimiento del etnógrafo.

1.2 Los etnógrafos intentaron sistematizarla, escudriñando las particulari­dades de esta técnica en cada uno de sus dos términos,"observación" y "participación". Que son dos alternativas epistemológicas,

a. Observar versus participar
Consiste en dos actividades principales: observar sistemática y controladamente todo lo que acontece en torno del investigador, y partici­par en una o varias actividades de la población ..Hablamos de "participar" en el sentido de "desempeñarse como lo hacen los nativos"; de aprender a realizar ciertas activida­des y a comportarse como uno más. La "participación" pone el énfasis en la experiencia vivida por el investi­gador apuntando su objetivo a "estar adentro" de la so­ciedad estudiada. En el polo contrario, la observación ubicaría al investigador fuera de la sociedad, para reali­zar su descripción con un registro detallado de cuanto ve y escucha. La representación ideal de la observación es tomar notas8 de una obra de teatro como mero espec­tador. Desde el ángulo de la observación, entonces, el investigador está siempre alerta pues, incluso aunque participe, lo hace con el fin de observar y registrar los distintos momentos y eventos de la vida social.
Según los enfoques positivistas, al investigador se le presenta una disyuntiva entre observar y participar; y si pretende hacer las dos cosas simultáneamente.

b. Participar para observar
La ideal de ob­servación neutra, externa, desimplicada garantizaría la objetividad científica en la aprehensión del objeto de conocimiento. Dicho objeto, ya dado empíricamente, / debe ser recogido por el investigador mediante la observación y otras operaciones de la percepción. Por eso, desde el positivismo, el etnógrafo prefiere ob­servar a sus informantes en sus contextos naturales, pe­ro no para fundirse con ellos. Precisamente, la técnica preferida por el investigador positivista es la observación (Holy 1984) mientras que la participación introduce obstáculos a la objetividad, pone en peligro la desim­plicación debido al excesivo acercamiento personal a los informantes, que se justifica sólo cuando los suje­tos lo demandan o cuando garantiza el registro de de­terminados campos de la vida social que, como mero observador, serian inaccesibles.
Desde esta postura, el investigador debe observar y adoptar el rol de observador, y sólo en última ins­tancia comportarse como un observador-participante, asumiendo la observación como la técnica prioritaria, y la participación como un "mal necesaria.

c. Observar para participar
Desde el naturalismo y variantes del interpretativas los fenómenos socioculturales no pueden estudiarse de manera externa pues cada acto, cada gesto, cobra sen­tido más allá de su apariencia física, en los significados que le atribuyen los actores. El único medio para acce­der a esos significados que los sujetos negocian e inter­cambian, es la vivencia, la posibilidad de experimentar en carne propia esos sentidos, como sucede en la socia­lización. Y si un juego se aprende jugando una cultura se aprende viviéndola. Por eso la participación es la condición sine qua non del conocimiento sociocultural. Las herramientas son la experiencia directa, los órganos sensoriales y la afectividad que, lejos de empañar, acer­can al objeto de estudio. El investigador procede enton­ces a la inmersión subjetiva pues sólo comprende desde adentro. Por eso desde esta perspectiva, el nombre de la técnica debiera invertirse como "participación obser­vante"

d. Involucramiento versus separación
Es la re­lación deseable entre investigador y sujetos de estudio que cada actividad supone: la separación de (obser­vación), y el involucramiento con (participación) los pobladores). La observación participante pone de manifiesto, con su de­nominación misma, la tensión epistemológica distintiva de la investigación social y, por lo tanto, de la investiga­ción etnográfica: conocer como distante a una especie a la que se pertenece, y en virtud de esta común membrecía descubrir los marcos tan diversos de sentido con que las personas significan sus mundos distintos y comunes.
Veamos entonces en qué consis­te observar y participar "estando allí".

II. Una mirada reflexiva de la observación participante

La presencia directa es, indudablemente, una valiosa ayuda para el conoci­miento social porque evita algunas mediaciones -del incontrolado sentido común de terceros- ofreciendo a un observador crítico lo real en toda su complejidad.

La subjetividad es parte de la conciencia del investigado y desempeña un papel activo en el conocimiento, par­ticularmente cuando se trata de sus congéneres. Con su tensión inherente, la observación participante permite recordar, en todo momento, que se participa ; para observar y que se observa para participar, esto es, que involucramiento e investigación no son opuestos sino partes de un mismo proceso de conocimiento social.En esta línea, la observación participante es el medio ideal para realizar descubrimientos, para examinar críticamente los conceptos teóricos y para anclarlos en realidades concretas.La diferencia entre observar y participar radica en el tipo de relación cognitiva que el investigador entabla con los sujetos/informantes y el nivel de involucramienlo que resulta de dicha relación.

III. Participación: las dos puntas de la reflexividad

III.1
El investigador hace lo que sabe, y "lo que sabe" res­ponde a sus propias pautas según sus propias nociones ocupando roles conocidos.Hablar de "participación" como técnica , alude , com­portarse según las pautas de los nativos: "estar allí" lo involucra en actividades nativas, en un riTmo de vida significativo para el orden sociocultural indígena.
La "participación correcta" no es ni la única ni la más deseable en un primer momento, porque la transgresión (que llamamos "errores" o "traspiés") es para el investiga­dor y para el informante un medio adecuado de problematizíir distintos ángulos de la conducta social y evaluar su significación en la cotidianeidad de los nativos.

En el uso de la técnica de observación participante la participación supone desempeñar ciertos roles locales lo cual entraña, como decíamos, la tensión estructurante del trabajo de campo etnográfico entre hacer y conocer, participar y observar, mantener la distancia e involucrar­se. Este desempeño de roles locales conlleva un esfuerzo del investigador por integrarse a una lógica que no le es propia.

III.2
Si en el cuestionario habitual el investigador hace preguntas y recibe las respuestas, en la entrevista etnográfica el investigador formula preguntas cuyas respuestas se convierten en nuevas preguntas. Pero este proceso no es mecánico; demanda asombro, y para que haya asombro debe haber una ruptura con sus sentidos que "tenga sentido" para él. Y para eso se necesita tiempo, la espera paciente y confiada de que, por el momento, sólo se comprenden partes; pero que seguramente más adelante se podrán integrar los Iragmentos dispersos. No se trata de una espera pasiva sino activa en la cual el investigador va relacionando, hipotetiza, confirma y refuta sus propias hipótesis etnocéntricas. Igual que la observación parti­cipante, la entrevista etnográfica requiere un alto grado de flexibilidad que se manifiesta en estrategias para des­cubrir las preguntas y prepararse para identificar los contextos en virtud de los cuales las respuestas cobran sentido.

IV. La entrevista en la dinámica general de la investigación


A) Descubrir las preguntas

A.1
El descubrimiento de las preguntas significativas se­gún el universo cultural de los informantes es central para descubrir los sentidos locales. Esto puede hacerse escuchando diálogos entre los mismos pobladores inten­tando comprender de qué hablan y a qué pregunta implí­cita están respondiendo :
a.1) un simple movimiento con la cabeza, asintiendo, negando o mostrando interés:
(Ent: Y asi, el barrio se pu­so tranquilo; Inv.: Ahá.);repetir tos últimos términos del informante (Inv.: ¿Asi que se puso tranquilo?);
a.2) emplear estas últimas frases para construir una pregunta en los mismos términos (Inv.: ¿Y por qué se volvió tranquilo? (o) ¿Cuándo se puso tranquilo?);
a.3) formular una pregunta en términos del investiga­dor sobre los últimos enunciados del informante (Inv: Y ahora que está tranquilo, ¿cuál es la diferencia en el barrio comparado con otros tiempos?);
a.5) en base a alguna idea expresada por el inforfmantes en su exposición, pedirle que amplíe (Inv.: Ud. me decía que antes la gente era más pacífica. ¿Qué cosas pasaban entonces para que la gente fuera así?);
a.6) introducir un nuevo tema de conversación.
Conviene que las interrupciones del investigador en el discurso del informante sean cuidadas y en lo pedirle a alguien que formule una pregunta interesante acerca de tal o cual tema (por ejemplo, ¿cómo pregunta­ría sobre la vida en el barrio?), o una pregunta posible para cierta respuesta (¿qué pregunta se aplicaría a una respuesta que dijera: acá el barrio es muy tranquilo?.
Sin embargo, estos procedimientos tienen sus in convenientes porque si los informantes no compren­den la reflexividad del investigador (qué se propone), pueden responder con lo que suponen que éste desea oír.

A.2
Spradley recomienda usar preguntas descriptivas solicitando al informante que hable de cierto lema, cuestión, ámbito, pasaje de su vida, experiencia, conflicto, etc.: ¿Puede usted contarme cómo es el barrio? ¿Puede contarme sus primeros años en el barrio?
Desde estos marcos el inves­tigador puede avanzar hacia preguntas culturalmente relevantes.
Para las preguntas de apertura del discurso del in­formante, Spradley distingue las preguntas
A.2.1.Gran-tour
Que interrogan acerca de grandes ámbitos, situaciones, períodos (¿Puede usted contarme cómo es el barrio?), con cuatro subtipos:
• Las típicas, en que se interroga sobre lo frecuente, lo recurrente (¿Cómo se vive en este barrio?);
• Las específicas, referidas ai día más reciente del in­formante, o a un local más conocido por él, etc. (¿Cómo fue la semana pasada en el barrio?);
• Las guiadas, que se hacen simuliáneamente, en que se añade explica­ciones conforme avanza la visita.
las relacionadas con una tarea o propósito, paralela­mente a h realización de alguna actividad, como cuando el informante explica lo que está haciendo (una comida, arreglo de su casa, etc.).
A.2.2.Mini-Tour y sus subtipos,
Se refieren a unidades más pequeñas de tiempo, espacio y experiencia. Se puede in­dagar en un servicio hospitalario, en una zona del barrio (la Avenida, la calle tai o cual).

V La entrevista en la dinámica particular del encuentro

La entrevista es un proceso en el que se pone en juego una relación que las partes conciben de maneras distintas. La dinámica particular sintetiza las diversas determinaciones y condicionamientos que operan en la acción y, en especial, en el encuentro en la in­vestigador e informantes.

A) El contexto de entrevista
Suele entenderse por contexto al "marco" del encuen­tro. Aquí, según ya señalamos, lo concebimos no como telón de fondo de una trama, sino como parte de la trama misma Se refiere al conjunto de relaciones políticas, económicas, culturales, que engloban al investigador y al informante (si ambos pertenecen a poderes en una relación colonial, de clase, etc.). El contexto restringi­do se refiere a la situación social específica del encuentro, donde se articulan lugar-personas-actividades y tiem­po. Las instancias de este nivel varían en relación más directa con el desarrollo del trabajo de campo en esa unidad social.

B) Los Ritmos del Encuentro

A diferencia de los intercambios verbales ocasionales, la dinámica de las entrevistas de mediana a larga dura­ción implica un mayor número de decisiones de parte del informante y del investigador Una de las premisas clave con respecto a la duración de la entrevista es no cansar al informante ni abusar de su tiempo y disposición; el material obtenido en tales circunstancias puede darse por compromiso, para "sa­carse de encima al investigador"; los entrevistados no son máquinas de in­formar según los plazos y necesidades del investigador.
El tiempo y los tiempos se negocian y construyen re­cíprocamente en la reflexividad de la relación de campo. Esperas, urgencias, pausas y retrasos son también sig­nificados que el investigador debe aprender "en carne propia".

Dick Hebdige: "El objeto imposible: hacia una sociología de lo sublime"

Estimados colegas este texto es el que siempre hubiera querido yo escribir, frente ha eso y a mi incapacidad por hacerlo me abstengo hacer un resumen, lo que he hecho es identificar ideas del texto en relación estricta con las clases, asiendo pequeños ajustes, presentando ideas claves del texto y algunas relaciones . Miguel

El objeto imposible: hacia una sociología de lo sublime
Dick Hebdige
1
Se ha producido una reno­vación del interés por el origen y el significado de la experiencia esté­tica. La atención se ha centrado sobre dos puntos básicos: el origen de la filosofía occidental en la antigua Grecia y el nacimiento de la estéti­ca oficial, durante la Ilustración, cuando las categorías de lo sublime y de lo bello se utilizaron por primera vez para distinguir las diferentes variedades de la experiencia estética. En ese sentido jerarquizar la producción visual, dando el respuesta a la pregunta que es cultura y que es arte en la producción estética occidental (europea) de tradición greco/ romana.






2
La retórica del posmodernismo ayudó a provocar y articular una «sensación de fin» generalizada, que está en el centro de un rechazo frente a las totalidades, a los sistemas explicativos obniabarcables y a las verdades absolutas .
3
El impulso genealógico se ha combinado con una tendencia en lo que Jean_Baudrillard llama «ciencia ficción»/Esto es, una sensación de juego y profecía, unida a formas de parábola y alegoría, que se ha introducido en el discurso crítico «serio», a veces en forma de diagnósticos altamente esquemáticos de nuestra actual «condición».' Dentro de este espíritu, surge una «antiestética» posmodema crítica (deconstructiva /posestructuralismo y posmodernismo).
4
Esto deviene de dos criticas :
4.1 Pierre Bourdieu sobre el origen social y las funciones del gusto estético, y
4.2 Nietzsche, de una «antiestética» basada en un rechazo de la(del) idea(l) de la belleza de la Ilustración.. Al mismo tiempo, introduciendo a intervalos regulares descripciones «ecológicas», concentrándome en concreto en la mezcla étnica (sub)cultural y heterogénea que forma la demografía local, como un «traer a casa» el juicio estetico.






5.
Objetivo del estudio
Una sociología de lo sublime es, imposible,¿ la sociología está implicada en el descubrimiento y la investigación de aquellas estructuras invisibles y no palpables que no se pueden percibir de forma directa a través de la experiencia, pero que, con todo, condicionan todo lo que pasa por ser una experiencia social ?, entonces, ¿qué puede hacer la sociología con le inconsciente? ¿Qué puede hacer con esas estructuras invisibles, impo­sibles e imaginarias en las que habitamos cada noche cuando dormi­mos? ¿Qué clase de sociología tomaría a los sueños como «datos»?

6
Existe una paradoja en el desarrollo histórico de la palabra «gus-to». En un principio denotaba sensaciones fisiológicas. Pero después lí palabra fue generalizada, desde su significado para indicar esencial mente respuestas fisiológicas pasivas (principalmente palatales) frente a determinados estímulos, hasta convertirse en un sentido, bien referído a las atribuciones activas del valor con respecto a objetos estéticos bien referido a las leyes más o menos codificadas de la buena sociedad también llamadas «buen gusto». Alrededor del siglo XVIII, y según Raymond Williams, la palabra ha sufrido una transformación etérea, de modo que ya no se refiere a los sentidos físicos sino más bien a los principios subyacentes, que sirven para gobernar tanto las leyes de conducta como las estéticas. Desde ese momento en adelante, la palabra gusto se utiliza para referirse al juicio, tanto de valores sociales: como convencionales. Mientras que las «leyes» o «normas», que se in­vocan para legitimar y autorizar esos juicios, se contemplan, para am­bos casos, como dadas por Dios, universales y eternas.


7
La estética europea característica, como la elaboración sistemática de un acercamiento racional a las cuestiones situadas alrededor del tér­mino «gusto», es un producto de la Ilustración. Generalmente se sos­tiene que tiene sus orígenes en un texto titulado Aes-thetica Acromantica (1750) de Alexander Baumgarten. Critique ofthe ' Judgement ofTaste, de Immanuel Kant fue, en parte, una respuesta "y, en parte, una réplica a ese libro y a Phiiosophical Enquiry into the Ori-gin of Our Ideas ofthe Sublime and the Beauliful, de Edmund Burke. Kant argumenta en contra del empirismo y del fisiologismo de Burke, y en contra también de su insistencia en remitir la experiencia estética a las sensaciones corporales, porque una orientación así, realmente in­valida la posibilidad de cualquier principio de categoría superior o ra­zón. Kant se opone tanto al fisiologismo de Burke como a la noción de Baumgarten, en el sentido en que el placer estético está basado en una relación conceptualmente determinada con respecto a una obra de arte. Si Burke es demasiado burdo, demasiado físico para Kant, Baumgar­ten le parece demasiado pedante y racional.
Kant rechaza la teoría de Baumgarten por ser mecánica estrecha, al proponer que el ejercicio del gusto implica juicios categóricos más; que reflexivos. Kant razona que los juicios reflexivos se mueven desde ' lo particular a lo universal, y desde la obra de arte al juicio de la mis­ma, mientras que los juicios categóricos actúan en dirección contraria, desde lo universal y la norma, al caso particular. Los juicios reflexivos tienen que ver con la consideración de una relación indeterminada y re­lativamente abierta y libre entre las propiedades internas y la categoría global de una obra de arte o de un fenómeno natural agradable. Pero ese placer no es «meramente» un placer corporal, corpóreo o carnal, como el que procede del comer o de practicar el sexo.




Es de una cate­goría más refinada, y está instigado por una armonía libre o una inte­racción entre la función de las imágenes y la .función dé los conceptos. Y la belleza en sí misma es un símbolo de lo moralmente bueno, en la medida en que, consiste en la transposición de términos estéticos y mo­rales, que se considera que han de ser placenteros de forma inmediata e intrínseca.
8
Kant introduce una serie de distinciones y axiomas
8.1. El juicio estético se presume la objetividad de la forma de cualquier objeto. El verdadero objeto y la verdadera meta de todo arte elevado y auténtico es «la intencionalidad sin intención». La obra de arte tiene ese efecto de intencionalidad, ese apremiante sentido de destino, de dirigirse hacia algún lado, pero.en realidad no hace-nada. No sirve para ningún propósito o interés externo o posterior. El sentido de la belleza «no tiene interés alguno».
8.2. Una obra de arte es como un organismo, una unidad que rodea múltiples percepciones, una totalidad que es más que la suma de sus partes; es autonoma
8.3. Para Burke, se puede distinguir entre lo sublime y lo bello, Por que se cree que la forma de lo bello consiste en la limi­tación (la contemplación de un cuadro enmarcado, una narración brillante, etc.), mientras que lo sublime desafía al acto del juicio en sí mismo, por medio de sugerir la posibilidad de lo ilimitado. Lo sublime mezcla el placer y el dolor, la alegría y la pena, y nos con­fronta con la amenaza del Otro absoluto, con las limitaciones de nuestro lenguaje y nuestra capacidad para pensar y juzgar, con la realidad de nuestra mortalidad.





8.4 RESUMEN
En la categoría de Burke y Kant so­bre lo sublime, la razón está obligada a enfrentarse con su incapa­cidad para hacer frente de forma racional al infinito.
De forma más crucial, incluso para el presente argumento, Kant sostiene que un juicio sobre el gusto estético puede expresar, bien una mera afición (o aversión), que no deja de ser una preferencia individual, o bien puede, de forma adicional, exigir una validez universal. Mientras decir que un cuadro me parece bonito no implica una declaración general sobre su valor estético, decir que un cuadro es bello, es proclamar que a aquellos que no les guste están equivocados.
9
Peter Fuller, ha intentado recuperar la idea de la validez universal de los juicios estéticos «legíti­mos» Haciendo frente a lo que, para él, es el colapso funesto de una estética visual común bajo una mescolanza de estilos en competencia -(un colapso que ha sido facilitado por la invasión profana de los temas y valores de la publicidad dentro del arte puro, y por la presión del mercado del arte).
Fuller combina acercamientos antropológicos y sicoanalíticos para devolver el sentido estético a su fuente «natural» y punto de origen en la percepción del cuerpo humano. En esta búsque­da fundamentalista de los valores estéticos, Fuller incluso va más allá que sus antepasados ilustrados y afirma que Kant está equivocado al desechar la posibilidad de que incluso las preferencias por «alimentos» determinados o por un «buen» vino, antes que por el vino «peleón», son racionalmente verificables y generalizabas.






Fuller sostiene, además, que la hegemonía de una estética de dise­ño modernista, como el funcionalismo de la Bauhaus (lo que nosotros llamamos el inhumano «gusto por la máquina»), ha sido sustituida por un dogma incluso más debilitante y obstinado, una ideología insosteni­ble e inhumana de arbitrariedad y del «todo vale» (es lo que, según creo, otras personas llaman posmodernismo). Fuller también exige el restablecimiento de la razón y del orden, a través de la creación de cuerpo institucional. independientes (comisiones), formadas por ex­pertos acreditados y dotados con el necesario refinamiento, gusto y co­nocimiento como para legislar sobre lo que es, o lo que no es buen arte y diseño, y para decidir lo que se debería, o lo que no se debería fabri­car, exhibir o llevar puesto.

En otras palabras, Fuller propone un retor­no a la República con los críticos de arte tomando el lugar de los filó­sofos en el vértice de la jerarquía social. Si bien el utopismo de Fuller y su tono profético y denunciatorio han provocado el interés tanto de la derecha como de la izquierda, el evidente absurdo de algunos de sus ar­gumentos no debería eclipsar la fuerza, la consistencia y el valor estra­tégico de su posición en conjunto, sobre todo en un momento en que la Nueva Derecha se propone dar a esas ideas una explícita inflexión au­toritaria.
10
Los.ar­gumentos y los axiomas de Kant fueron fundamentales para la forma­ción tanto de la estética europea como una disciplina académica, como para el esteticismo (esa estructura de sentimiento, que podría denomi­narse, de forma más acertada, como «sentimiento por la estructura»):







Sensibilidad que sistemáticamente privilegia:
La forma ante el con­tenido o la función, el estilo ante la esencia.
La abstracción ante la re­presentación,
Los significados de la representación ante las cosas representadas.

Resumen
1. Esta sensibilidad, este conjunto de preferencias por la forma, el estilo y la abstracción, por los recursos a los que se sitúa por encima del contenido, la función, la esencia y lo importante, se repite una y otra vez desde los años cuarenta del siglo pasado y en adelante, para infundir vida a una larga línea de literatura europea metropolitana y de vanguardias estéticas, desde Baudelaire y los cubistas, a los ex­presionistas abstractos y Jean-Luc Godard. Tal sensibilidad, tal con­junto de preferencias, pueden decirnos mucho sobre lo que ha quedado definido como la «posvanguardia» actual: los textos-collage de Kathy Acker, por ejemplo. El uniforme estilo figurativo pospop y la parodia astuta de los dibujos animados de Biff. Los sonidos básicos y la estéti­ca entre comillas de Talking Heads, Brian Eno y Malcolm McLaren. También se puede decir, para estimular los equivalentes académicos y críticos de esas vanguardias, que esas tendencias intelectuales van des­de el formalismo ruso hasta el estrueturalismo suizo y francés, el pos-estructuralismo de Barthes y Kristeva y el desconstruccionismo de Derrida. Todas estas tendencias dirigen su atención hacia las formas, los modelos, el estilo y la estructura, o, por otro lado, sobre lo que es, al fin y al cabo, la misma moneda: la polisemia y el significado, para huir de la estructura, el juego libre de los significantes espontáneos de los re­ferentes externos.




2. Aunque podría parecer que muchos de esos términos y de las ten­dencias a las que señalan no siguen el fondo del proyecto de Kant (de forma explícita lo hacen Derrida y los posestructuralistas), sin embar­go comparten muchas de las características de lo que Althusser podría haber llamado la «problemática» kantiana. Todos se basan en el su­puesto de que el placer estético debería ser desapasionado, desintere­sado, imparcial («crítico») y enraizado en una relación definida por la distancia, por el rechazo de la identificación o la fusión con el objeto. La respuesta estética idónea es «una mirada pura», limpia de cualquier participación o inmersión en el tema-,"dentro de los mundos novelescos o imaginarios qué el arte hace posible. (esto es puro eructo, señalarlo e identificar sus estrategias es lo valioso, bueno Miguel)

3.La única entrega permitida es la entrega al «texto», a la radical «perdición» del sujeto en un «puro» jue­go del lenguaje. Tales placeres fáciles, para llegar a la identificación, deberían ser bloqueados, rechazados, desconstruidos. La experiencia estética propiamente dicha debe aislarse de todas aquellas formas y prácticas que son simplemente decorativas, molestas, recreativas o sencillamente divertidas, y por lo tanto «vulgares» en el sentido origi­nario de la palabra, es decir, «de. uso común, ordinario y popular». Esta aversión a una relación sencilla entre el espectador y el mundo del arte puede estar, en sí misma, enraizada en una desconfianza más generali­zada ante lo visible y ante las representaciones visuales que se remon­tan hacia atrás, hasta la prohibición talmúdica de los ídolos.









4. Existe otra conexión más con Kant en la medida en que todas estas vanguardias críticas y feroces convienen en el supuesto de que el arte debería estar dirigido a los «talentos más elevados» y al espíritu o a su equivalente moderno, el intelecto. Incluso cuando el cuerpo se repre- senta de forma perfectamente visible, como en el caso de Barthes, esto sucede de una forma altamente abstracta e intelectualizada, aunque erotizada (erotizada precíjamenze porgue está intelectiializada). El arte debería ser serio. El arte debería ser instructivo, incluso si su forma de serlo, hoy en día, no tiene.pretensiones morales más allá de la destrucción de la noción de la moralidad como tal. Pero también incluso si su intención es desmantelar o desconstruir la metafísica del presente (Derrida).

5.Lo más importante es que todas esas vanguardias comparten con Kant un rechazo de lo popular, de lo vulgar. Comparten también, y además, su repugnancia por el cuerpo, el Estado y el vulgo. Y esto es así, aunque su repugnancia se presente a sí misma de una manera crítica, marxista o anarquista, como una crítica a la «industria cultural», como un repudio a la «sociedad de masas», como una hostilidad hacia los restos ideológicos o metafísicos escondidos en el corazón del sentido común. En otras palabras, se puede decir que todas esas vanguardias comparten con Kant un elitismo literal. Este elitismo no es, más, una cosa sin importancia; por el contrario, es esencial.








11.
Lyotard termina disolviendo la dialéctica en el paralogismo y en los juegos de lenguaje, pero en los débales desarrollados en Francia sobre el pos estructuralismo, el posmodernismo y la posmodernidad hay otras variedades del tema de Nietzsche sobre el fin de la tradición filosófica occidental.
El aporte de Nietzsche a la que aquí está señalado es los dos significados de la palabra «sujeto»:
11.1 primero «yo», el sujeto auto presente de la frase,
11.2 en segundo lugar el sujeto subjetivado al orden simbólico: el sujeto de la ideología.
Esta tierra de nadie es justamente eso, una tierra que no pertenece a nadie situada en el espacio entre el énoncé y la énonciation, donde las cuestiones del organismo, la causa, la intención, y la historia se vuelvan irrelevantes. Todas esas cuestiones se desvanecen en un ahora sublime y asocial
12
Para Derrida, en la gramatologia, el espacio se llama apaña (el sendero impracticable), el momento en el cual la naturaleza, que se contradice a sí misma, del discurso humano aparece expuesta.
Para Foucauft, se trata de la espiral recursiva intermi­nable del peder y del conocimiento, el espacio total y atemporal que creó alrededor de la figura diabólica del panóptico, la torre para los es­pectadores en el centro del palio de la prisión, el voir en eJ savoir/pou-voir, el ver en el saber.
Para Julia Kristeva (lama trascendencia: desenmarañar al sujeto en el placer del tema, el punto en el cual el sujeto se desintegra-y es trasladado más allá de las palabras por medio de la materialidad, la productividad y el deslizamiento de! significante por encima del significado,




Para Lacan esto es lo real, aquello que permanece indecible y por lo tanto insoste­nible, es el espacio sin límites, inconcebible fuera del lenguaje y de la ley, más allá de lo binario dei registro de lo imaginario, lo real como la promesa/amenaza de nuestra posible (impensable) desintegración, nuestra absorción al interior del flujo. Lo sublime está aquí instalado en cada caso como el lugar de la epifanía y el terror, como el lugar de lo inefable, que está por encima y en contra de todo esfuerzo humano, in­cluyendo el proyecto de totalización intelectualismo. Lo real de Lacan, las espirales del poder y del conocimiento de Foucault, la trascen­dencia de Kristeva, la aporta de Derrida, el tema de la felicidad de Barthes: todos son equivalentes y, en algún sentido, reducibles a la ca­tegoría de Lyotard de lo sublime.

Implica una reti­rada del terreno inmediatamente cedido por la socialidad, por medio de problematizar el lenguaje como herramienta y como medio de comuni­cación, por medio de sustituir los modelos de significado, de discurso y de subjetividad descentrada para estos paradigmas más viejos, y por medio de enfatizar la imposibilidad de la «comunicación», la trascen­dencia, la dialéctica, la determinación final de los orígenes y de las consecuencias, y la fijación o estabilización de valores y significados.
El momento que se privilegia es el de la confrontación solitaria con la realidad irreductible de la limitación, de la alteridad y de la «diferen­cia» (Derrida), con la cuestión de diversos modos de la pérdida de la superioridad, la «muerte en vida» (Lyotard), de las «pequeñas muertes frecuentes» o «las interrupciones de la conciencia por el inconsciente » (Virilio).
La conversión de la asocialidad en un valor absoluto puede aco­modar una variedad de posturas más o menos resignadas: escepticismo (Derrida), estoicismo (Lyotard, Latan, Foucault), anarquismo/mísli-cisrno libertario (Kristeva), hedonismo (Barthes) y cinismo/nihilismo (Baticlrillard). De todas formas, este hecho de privilegiar lo sublime tiende a militar contra la identificación de intereses (colectivos) más importantes (los ismos de la época moderna, es decir marxismo, libe­ralismo, etc.). Esto se produce socavando o rechazando por simplista o «bárbaro».
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Richard Rorty recientemente llamó «nuestro senti­do no teórico de la solidaridad social»
y arruinando la inversión libe­ral de la creencia en la capacidad de los seres humanos de ser capa­ces de sentir empatia unos por otros, de reconciliar «puntos de vista» opuestos y de buscar la integración pacífica de intereses conflictivos. No hay lugar en la grieta que se ha abierto en el sujeto por lo pos para el cultivo del «consenso» o para el desarrollo de una «sociedad comu­nicativa», sin invocación viable de un progreso posible hacia una «si­tuación ideal de la palabra» (Habermas). La presión sobre lo sublime asocial, además, erosiona el sentido del destino y dei conflicto inten­cionado proporcionados por la «voluntad optimista» (Gramsci) y los medios teóricos para recuperar (es decir, emancipar) una «realidad» fuera del discurso oscurecido por «algo llamado "ideología" (creado por el poder), en nombre de algo llamado "validez" (no creado por el poder)»37 (Habermas de nuevo). Osta presión es, en otras palabras, el énfasis sobre las tendencias imposibles para limitar de forma seria el alcance y la definición de lo político (donde la política es definida como el «arte de lo posible»). Aquí, una serie de reducciones tiende a ordenar una ruta definitiva (a pesar de ser una ruta tomada por más dis­cípulos que por los/las maestros/maestras).





14
En este capítulo he intentado plantear la cuestión de la estética des­de un ángulo ligeramente diferente, desafiando tanto las formulaciones de Platón y de Kant como los aspectos más desoladores de la visión crítica, representados por algunas versiones del posmodernismo. De todas formas, he conservado algunos pos énfasis, pos percepciones y pos enfoques característicos, pero he intentado devolver a su lugar al hilo de Nietzsche, que ha sido introducido en ese discurso crítico.
La vieja estructura explicativa e interpretativa se haya derrumbado y que la secular necesidad de una metafísica, un ideal y una estética que sean capaces de otorgar valor, significado y di­rección a nuestra experiencia, se haya puesto ¡de nuevo! en cuestionamiento. Pero no se da el caso desde el puntó de vista ontológico, cul­tural, político y existencialista. Por ello he terminado volviendo a casa, lo particular, lo concreto, a lo cultural, para dar énfasis la primacía de este puntó vital, donde lo individual y lo biográfico se encuentran con lo colectivo y lo histórico. El punto don­de la cultura viva (la experiencia de los hombres y mujeres actuales) pueda participar contra el perspectivismo desolador de determinados tipos, actualmente de moda, de mirar la bola de cristal.
A todos aquellos que representarían lo que. al fin y al cabo, es una liberalización bienvenida de las viejas ataduras y los viejos encierros, una apertura hacia el lenguaje de diferentes voces, de dife­rentes géneros y de diferentes razas, como un fin-de-todo completo o un «antiexpresivo» «antiestético» descentrante.







Yo les diría que «en al­guna parte», el «alguna parte» abstracto, aplicado en algunas descrip­ciones posmodemas es, sencillamente, en ninguna parte. No existe porque las personas no ocupan lugar de esa forma, a no ser que sean lo suficientemente desafortunadas como para vivir en hospitales siquiá-tricos. Yo les diría que recuerden que no se debe permitir que ninguna tendencia general (ninguna tendencia que generalice) oscurezca el sen­tido de lo particular y de lo local, del lugar y del límite en el sentido de Heidegger, que son la base esencial para una existencia cuerda, y son los que proporcionan la base vivida y por vivir, sobre la cual se hacen y rehacen siempre la cultura y la política. Partiendo de esa sensación universal de necesidad de lugar, y .de-límite, de esta nostalgia (en el sen­tido más literal de «nostalgia») y del ideal convertido en realidad, qui­zás seamos capaces de restablecer y de volver a reunir los componen­tes de un sentido más abierto, mas alegre y productivo (es decir más igualitario) de lo que es la estética y de lo que ésta significa. Deberíamos volvernos sensibles, de nuevo, hacia el potencial liberador que re­side en ese anhelo de perfección y en lo posible, que parece ser intrín­seco y que parece integrar lo que podríamos llamar el imperativo esti-estetico, impulso de ir más : allá de lo existente, más-allá de lo que «ya» es, hacia aquello que está preparado para ser llevado más allá, hacia la existencia. Porque al fin y al cabo; ésta es la «casa de la existencia» y todos nosotros, tanto los intelectuales como los no intelectuales ten­dremos, que aprender a vivir dentro de ella, porque, como Nietzsche misma señaló con gran sufrimiento, simplemente no existe ningún, otro lugar al que acudir.