Monday 14 July 2008

Catherine Walsh. (De) Construir la interculturalidad. Consideraciones críticas desde la política, la colonialidad y los movimientos indígenas y negros

En el Ecuador se ha desarrollado todo un discurso intercultural –por parte de los movimientos indígenas y afroecuatorianos– que ha llevado al gobierno a asumirlo y a llevarlo en práctica. En este problema se pueden leer dos perspectivas: 1. una que naturaliza las relaciones culturales desde una perspectiva hegemónica; 2. otra que denuncia el carácter político, social y conflictivo de esta relación. La intención de Walsh es: 1. evidenciar las luchas sobre la producción de significados que forma parte del uso y de la conceptualización de la interculturalidad en el Ecuador; 2. las construcciones y subversiones del término que se elaboran a partir de quienes ocupan posiciones dominante y /o subalternas, las cuales se deben a una raíz colonial.

De políticas y lugares. El uso del concepto interculturalidad en Ecuador se dio con el movimiento indígena, el cual debe ser entendido como oposicional y hegemónico. En este sentido, el proyecto no solamente apuntó hacia una inclusión: entró en sí mismo dentro de la lucha por la representación de identidades, buscando formular una respuesta civilizatoria alternativa. Esta problemática debe ser pensada tanto en sus estrategias contextualizadas como en sus factores puramente ideológicos. Todo esto ha girado en torno al juego entre lo oposicional y lo hegemónico: el discurso intercultural no surgió como una concientización de la pluralidad cultural/étnica en Ecuador, sino como la evidencia de un proceso colonial de diferenciación entre lo no occidental y lo moderno, entre sus historias y epistemologías. Estas diferencias son las que el proyecto intercultural se ha propuesto destruir.

Diferencia, colonialidad y poder. Entonces, aceptado que la interculturalidad en el Ecuador tiene ese fundamento colonial, podemos también sumar a esto que las identidades que se adhieren a este proyecto (indígenas, afroecuatorianos) deben su formación al proceso colonial de significación de lo nacional, donde lo blanco es lo hegemónico y lo negro-indio es lo negativo y lo que debe ser ocluido. Este, y no la inclusión, es el problema central. Ahora, existe una nueva tendencia a legitimar esta propuesta colonial desde una perspectiva neoliberal: se incluye a estos grupos, pero no como constitutivos del estado-nación, sino como “particularidades” fuera de ellas a los cuales se tolera, pero no tienen agencia dentro del gobierno: este es el caso de las transnacionales que se asesoran a través de sociólogos o antropólogos para una comprensión de los pueblos en los cuales tienen inversiones, pero al final la decisión cae en los agentes gubernamentales. Entonces, dentro de esta problemática se puede ver la relación clara entre políticas (inter)culturales y los intereses económicos trans-nacionales. Otro problema radica en cómo se ve la interculturalidad: Walsh apuesta –en contraposición con otras propuestas que legitiman al proceso colonial como de “diálogo” o “mestizaje”– por una interculturalidad que se forme desde la experiencia colonial, entendiendo esto no desde una perspectiva esencialista (étnica particular) sino concientizándose del carácter artificial de la identidad; el siguiente paso es deconstruir estos artificios. Es por esto que el proyecto intercultural en el Ecuador tiene un efecto desestabilizante en el proyecto neoliberal Estatal-transnacional: significa más que una lucha étnica, una por la anulación de la extrema desigualdad.

Políticas y luchas de significación. Lo sucedido luego de la introducción de la interculturalidad como parte del problema en Ecuador es que ahora esta viene siendo re-significada (junto con conceptos tales como democracia y ciudadanía) por los distintos grupos subalternos de maneras conflictivas. La propuesta para poder entender el porqué la interculturalidad no se está llevando a la praxis o no configura una universalidad alternativa y plural es deconstruirla.

“Al conocernos”. Esta frase señala la instancia en la cual los movimientos indígenas se dieron cuenta de su estado de subordinación y de la negación de su historia al “conocerse”. Pero el reconocimiento de esta realidad y de su fundamento colonial corre el peligro de quedarse en el marco discursivo y no en el de la acción. Así, el Estado ecuatoriano ha trabajado bajo esa lógica: reconociendo la interculturalidad como parte del proyecto nacional y a la vez no haciendo nada para agenciar dicha propuesta, ha llevado a esta al plano utópico. Es también evidente que esta “colonialidad” del Estado nación es reproducida en los propios movimientos indígenas, los cuales se encuentran en relaciones bastante asimétricas.

“La unidad en la diversidad”. El equilibro pensionado y tentativo de particularismos y universalismos. La “unidad en la diversidad” es la propuesta de la interculturalidad. En este sentido, la inclinación por una universalidad alternativa y plural es la propuesta que nace de los grupos indígenas y afroecuatorianos, pero la falta de acción para aplacar las desigualdades ha ocasionado una fragmentación que ha particularizado a los grupos, frustrando el ideal intercultural. La universalidad depende de la particularidad, pero la sobredimensión de esta lleva muchas veces a etnocentrismos que generan mayores separaciones, así también esto oculta en realidad relaciones de subordinación coloniales entre los propios grupos indígenas: es el caso entre los afroecuatorianos y los indígenas, los cuales se acusan mutuamente de racistas y aprovechados. Se debe superar estas diferencias, tomando el problema como único y no fragmentado, lo cual también genera la fragmentación, aunque últimamente los actores indígenas y afroecuatorianos han desarrollado esfuerzos que inauguran prácticas que abren nuevos horizontes.

La interculturalidad como paradigma y proyecto social, político y epistemológico. Horizontes y prácticas posibles. Walsh plantea que el proyecto intercultural (aunque ella prefiere llamar de interculturalizar, en tanto que la palabra enfatiza más en el hacer), no se restringe a lo político o estatal: hace hincapié en deconstrucción de la propia epistemología colonial donde lo occidental se legitima como “la” forma de saber, en desmedro de los conocimientos indígenas. Pero ya hay casos en donde esto se ha logrado revertir (en las comunidades negras en Esmeralda; la atención de salud en Jambi Huasi en Otavalo; en la formación de la UINPI) en donde la idea es, más que una “hibridación” de lo mejor de ambos mundos, renovar el propio marco epistemológico e “interculturalizar” ambos conocimientos; este proceso de interculturalizar epistemológico funda nuevos criterios de razón y verdad (epistemes) y nuevas condiciones de saber que no pueden ser catalogadas estáticamente, y cuyos impactos y efectos están empezando a extenderse más allá de la esfera política.

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