Monday 14 July 2008

George Yúdice. Contrapunteo estadounidense/latinoamericano de los estudios culturales.

En este artículo Yúdice se propone hacer una comparación entre las tradiciones en los Estudios Culturales de Estados Unidos y Latinoamérica. Comienza señalando el lugar fundamental que ha adquirido lo popular y sus relacione con la industria cultural y de masas en el análisis de dichas tradiciones. A su vez, se ha tendido a usar una definición más antropológica del concepto de cultura lo cual ha conllevado a que, desde los 70’s, el espacio de la vida cotidiana como lugar de interpelación del poder ocupe un lugar centra desplazando a la categoría analítica de clase social, y en los 80’s a una fundamentación cada vez más cultural de las reivindicaciones sociales.
Discurso intelectual nacional y la política de representación. Existe según Yúdice, una tradición ensayista multidisciplinaria en América Latina, de tendencia elitista que excluye en el debate nacional a los grupos marginados: mujeres, negros e indígenas. Estos monopolizan la esfera pública, situándose como la representación ciudadana, y a la vez legitimando al poder (Estado Nación): así también, las cuestiones de género son poco tratadas; ambas referencias diferencian claramente a los Estudios Culturales Latinoamericanos de los Estadounidenses. Los Cultural Studies en los Estados Unidos tratan los problemas de la injusticia social desde el paradigma de la política de representación: resalta las diferencias culturales a través de las esferas públicas y pretenden cuestionar el sistema desde los discursos, sean estos populares (cine, música, etc.) o tradicionales (literatura, poesía, etc.). En América Latina la representación de los grupos subalternos corre por la lógica del mestizaje y la hibridación (que no opera como rectificador de injusticias), no por la representación. Se ha visto como una manera de relegitimar cierta perspectiva hegemónica de determinado saber en los estudios culturales estadounidenses que toman a la subalternidad y a la multiculturalidad como ejes. Así también esta mirada representacional es poco viable en América Latina, puesto que en ella (y a diferencia de los Estados Unidos) no se han cubierto las necesidades básicas de la población, entonces, ¿cómo creer la promesa de mayor participación en el consumismo cuando ni siquiera se ha logrado aquello básico? Existen, según Yúdice, algunas constantes en el modo en como se articulan modernidad, dependencia y representaciones subalternas en Latinoamérica, esta es desde lo popular. Así pues, existe una tradición hegemónica en la región que reivindica la “cultura” letrada en tanto que en ella se configuraría un espacio de igualdad y competitividad con el occidente moderna a la par con la occidental (Rama).
Aportes latinoamericanos a los estudios culturales. La raza fue el terreno sobre el que se negoció la relación entre nación y Estado en los estudios de cultura popular. Se evaluó entonces, desde los 20’s y los 30’s, la manera en cómo este proceso se configura de modo afirmativo para la definición de la cultura. Así autores como Mariátegui, Freyre y Ortiz, enfatizar en ver a lo popular como lo referente al pueblo (y no a la cultura de masas) desde una referencia holística. Esta posición se centra en explorar qué tanto lo popular participó en la formulación de sus propias políticas sociales y culturales (a raíz de la modernización de los Estados Latinoamericanos desde inicio de los 20’s). También, desde los estudios de cultura y poder en América Latina, se ha explorado el carácter colonizador de los Estados Unidos (el “norte”), pero esto desde una perspectiva unidireccional: los medios masivos norteamericanos como simples colonizadores, cuando en realidad también crean conflictos y contradicciones dentro de las culturas en las naciones Latinoamericanas (como las referencias de género).
El desafío a la legitimidad del discurso intelectual: los nuevos movimientos sociales. Tiene larga data también los estudios que han relacionado cultura con los movimientos sociales, estos con el fin de descolonizar y redefinir la cultura desde criterios no elitistas y populares. En esto es importante la figura del testimonio como producción de un saber que articula múltiples disciplinas y que se opone al conocimiento “legítimo”. Esto tiene que ver con la centralidad del valor en los cultural studies: las luchas hegemónicas son espacios recorridos por procesos de valoración que afectan nuestros instrumentos analíticos y la producción del conocimiento.
El conflicto de valores. A diferencia de Sarlo (que ve en el intelectual de ahora una integración cada vez mayor a la lógica massmediática y consumista renunciando a su papel contestatario), Yúdice enfatiza que existe una perspectiva intelectual que abre espacios de interlocución entre los grupos subalternos y los centros de poder (García Canclini estaría en esta situación, el cual enfatiza la necesidad de entender el consumo no como una operación de imposición desde arriba-abajo, sino como un espacio de “racionalidad sociopolítica interactiva”, donde se da un reclamo por políticas efectivas para hacer más accesible la oferta de bienes y mensajes representativos de la variedad internacional de los mercados)
Crisis de paradigmas. Es algo que a caracterizado al desarrollo de los estudios de cultura y poder. En este sentido, se tenía una postura en la cual se marcaban las diferencias en tanto que estas serían asimilables (con apoyo de la antropología) en un proyecto moderno clientelista; este paradigma, a opinión de Brunner, es el que debe ser abandonado. Otro aspecto que se asimiló a este cambio de paradigma es el de la creación de una esfera pública que hiciera más hincapié en su papel integrador en tanto que legitima las diferentes maneras de identidades colectivas en vez de abogar por un discurso racionalizable en relación a los derechos. Este surgimiento de una esfera pública más democrática asegura que no prevalezca un solo concepto de ciudadanía, sino esta se mira desde distintos lugares y no solamente desde el derecho.
Transnacionalismo: ¿un nuevo imperialismo? Existe un impacto importante, en la década de los 90’s, de los tratados de libre comercio y el surgimiento de los acuerdos de integración (como Mercosur). Por ejemplo, el TLC con EE.UU. y Canadá en México en materia de editoriales, si bien afectó la producción nacional, aperturó espacios descentralizadores: el estado dejó en manos de las comunidades el suministro de textos escolares lo cual dio la oportunidad de que ellas controlen sus contenidos. Sin duda, desde una crítica cultural, se debe tener cuidado en centralizar solamente el aná1isis de la cultura desde una perspectiva confrontacional, sino observar aquellos procesos institucionales/estatales.
La política de la identidad y sus críticas. Yúdice discute a continuación la articulación necesaria que se ha dado en los Estados Unidos en los cultural studies entre política de identidad y performance: la primera se ha visto incompleta en tanto que no da importancia a la experiencia, esto entendido en términos de representatividad pública de la identidad. El origen en los Estados Unidos de la política de identidad se encuentra en el movimiento por los derechos civiles: fue un proceso de lucha hegemónica que abrió la perspectiva de performatizar la identidad, penetrando así las instituciones que anteriormente no daban cabida a grupos que se definían según diferencias culturales reconocidas jurídica y extrajurídicamente. Así, la estética grupal y la sexualidad pasaron a formar parte de un proceso democratizador de las esferas públicas, expandiéndose los criterios de evaluación de las necesidades y satisfacciones de todos los grupos de identidades, generando un ambiente más democrático.
Performatividad y estética en la política de identidad. La performatividad es entendida por Yúdice como una instancia donde se representa la satisfacción de un deseo. Esto, en relación con los grupos de identidad, implica una desprivatización de sus necesidades, las cuales son proyectadas en los espacios políticos y sociales. Sin este tipo de experiencia, los grupos de identidades hubiesen sido absorbidos por el mercado de la política. La ciudadanía también se ha manifestado como una instancia que, a pesar de guardar relación con la pertenencia y la participación, se ha manifestado como una instancia de poder desde la cual los grupos de identidades han sido vistos como “protegidos” “administrables” y “controlables”. Tanto los cultural studies como los estudios culturales en Latinoamérica comparten esta referencia, aunque en esta la presencia de ONG’s como una instancia democrática neoliberal instrumentaliza las luchas de los grupos de identidad a favor de nuevas formas de dominación.
La economía creativa y la nueva división internacional del trabajo cultural. Yúdice puntualiza, acerca la problemática acerca de los tratados comerciales en políticas culturales, que se ha puesto en evidencia la no articulación de un programa viable de acción por parte de la política de identidad. Esto tiene que ver con el colapso del modelo mercantil de producción, donde el producto tenía señas de identidad: esto se ha perdido debido a que ahora la producción se ha enfocado en una diversificación de los focos productivos en sus diferentes procesos. La producción cultural mantiene esta lógica, que a su vez está acompañada por un manejo de la legislación por parte de los centros de poder: se maneja la producción desde fuera, no dejando nada en las localidades (es más, se llevan los “cerebros” locales). La globalización ha generado una imagen contradictoria de las ciudades latinoamericanas: por un lado un gran número de gerentes y productores culturales; por otro, una gran masa obrera que sostiene eso. Esto genera servicios “culturales” de manera informal (ambulantes, prostituta, etc.), que a su vez satisface un deseo de exotismo por parte de los visitantes de fuera.
El deseo global de los cultural studies. Por último, Yúdice ve en los esfuerzos de conformar un espacio para los estudios culturales en Latinoamérica (en especial de parte de Daniel Mato) como una forma de dar respuesta a un mercado (EE.UU.) que ha ignorado a los investigadores del “sur” y que monopoliza los campos de análisis. Otro espacio de protesta es la monopolización por parte del Ingles de los medios de difusión, en desmedro de otros idiomas, lo cual genera un control en la distribución de lo que se ha de leer. Así mismo, Yúdice destaca la figura de Mato en tanto que rescata la intervención de los sectores populares en su propio desarrollo (tomado esto de la metodología “investigación-acción participación” de Fals Borda) y su lugar de brokerk o intermediarios que sepan negociar con las instancias locales, nacionales, internacionales y globales.

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