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Friday, 25 April 2008

Raymond Williams: "Dominante, emergent, residual"

La complejidad de una cultura se halla también en las interrelaciones dinámicas, en cada punto del proceso que presentan ciertos elementos variables e históricamente variados.

Un proceso cultural es considerado un sistema cultural que determina varios rasgos dominantes. En el auténtico análisis histórico es necesario reconocer en cada punto las complejas interrelaciones que existen entre los movimientos y las tendencias, tanto dentro como más allá de una dominación efectiva y específica. Es necesario examinar cómo se relacionan con el proceso cultural total antes que, exclusivamente, con el sistema dominante "selecto y abstraído". En el caso de la cultura burguesa, entendida como una descripción del proceso cultural a lo largo de cuatro o cinco siglos y en los registros de sociedades diferentes, requiere una inmediata diferenciación e internamente comparativa. Debemos hablar, así, de lo "residual" y lo "emergente" que en cualquier proceso verdadero y en cualquier momento de este proceso, son signiticativos tanto en sí mismos como en lo que revelan sobre las características de lo "dominante".

Toda cultura requiere elementos aprovechables de su pasado, pero su lugar dentro del proceso cultural contemporáneo es profundamente variable. Lo "residual", por definición, ha sido formado en el pasado pero todavía se halla en actividad dentro del proceso cultural como un efectivo elemento del presente. Por lo tanto, ciertas experiencias, significados y valores que no pueden ser expresados o sustancialmente verificados en términos de la cultura dominante son, no obstante, vividos y practicados sobre la base de un remanente.

Un elementos cultural residual se halla normalmente a cierta distancia de la cultura dominante efectiva, pero una parte de él habrá de ser incorporada si la cultura dominante efectiva ha de manifestar algún sentido en estas áreas. Es en la incorporación de lo activamente residual como el trabajo de la tradición selectiva se torna especialmente evidente.

En el caso de lo "emergente", se quiere significar los nuevos significados y valores, nuevas prácticas, nuevas relaciones y tipos de relaciones que se crean continuamente. Sin embargo, resulta excepcionalmente difícil distinguir entre los elementos que constituyen efectivamente una nueva fase de la cultura dominante y los elementos que son escencialmente alternativos o de oposición (lo emergente).

Una nueva clase es siempre una fuente de una práctica cultural emergente, aunque mientras como clase todavía se halla relativamente subordinada, siempre es susceptible de ser desigual y con seguridad es incompleta, ya que la nueb a práctica no es un proceso aislado. En la medida en que siurje y es opuesta antes que alternativa, comienza significativamente el proceso de una incorporación intencionada (que condiciona y limita la emergencia). La incorporación franca se ensaya más directamente sonbre los elementos de clase visiblemente alternativos y de oposición (los sindicatos, los partidos polítivos de la clase obrera, etc). El proceso de emergencia es un movimiento constantemente repetido y siempre renovable que va más allá de una incorporación práctica, habitualmente más difícil y que implica una forma de adaptación. Sin embargo, ningún modo de producción y, por lo tanto, ningún orden social dominante y por lo tanto ninguna cultura dominante verdaderamente incluye o agota toda la práctica humana, toda la energía humana y toda la intención humana.

Un rasgo distintivo y comparativo de todo orden social dominante es hasta dónde se afianza dentro de la escala total de las prácticas y experiencias en su intento de incorporación. Por otro lado, en la medida en que un orden social cambia en cuanto a sus propias necesidades de desarrollo, las relaciones son variables.

El hecho de la práctica cultural emergente es innegable y, junto con la práctica activamente residual, constituyen una necesaria complicación de la supuesta cultura dominante. Así mismo, nunca es cuestión de una práctica inmediata. Una y otra vez, lo que debemos observar, es un efecto de preemergencia activa e influyente aunque todavía no esté plenamente articulada antes que la emergencia manifiesta que podría ser designada con una confianza mayor. Es con la finalidad de conprender más estrechamente esta condición de la preemergencia, así como las formas más evidentes de lo emergente, lo residual y lo dominante como tenemos que examinar el concepto de estructuras del sentir.

Saturday, 22 March 2008

Roland Barthes: "Lección Inaugural"

Propuesta --> el poder es plural y está presente en varias "voces autorizadas" (los más finos mecanismos del orden social).

El poder se mantiene a lo largo del tiempo, no muere. Su instrumento por excelencia, su expresión obligada, es la lengua. El lenguaje, así, resulta ser una legislación y, la lengua, su código.

La lengua implica una relación de alienación. La lengua sujeta, es una reacción rectora generalizada y como tal, obliga a decir. Desde que es proferida, la lengua ingresa al servicio de un poder. En ella, está presente tanto la autoridad de la aserción como la gregariedad de la repetición.

La lengua siempre es asertiva: la negación, duda, etc., son sólo máscaras, juegos del lenguaje. Por otro lado, los signos de los que está hecha la lengua sólo existen en la medida en que son reconocidos, es decir, en la medida en que se repiten, por eso la lengua es seguidista, gregaria. Nunca se puede hablar más de lo que se arrastra en la lengua. A partir de que enuncio algo, esas dos rúbricas se reúnen: yo digo, afirmo, confirmo lo que repito. Y no puede haber libertad sino es fuera del lenguaje.

Sólo nos resta hacerle trampas a la lengua, ello, mediante la literatura.

Literatura --> grafía compleja de las marcas de la práctica de escribir. Sus fuerzas de libertad, de responsabilidad de la forma, dependen del trabajo de desplazamiento que ejerce sobre la lengua (indicación de tres: Mathesis, Mímesis, Semiosis).

La literatura toma a su cargo muchos saberes, todas las ciencias están presentes en el monumento literario. Ella es el resplandor mismo de lo real, otorgándole a cada saber su lugar indirecto. En la medida en que la literatura pone en escena al lenguaje, el saber reflexiona sobre el saber a través de la escritura.

La enunciación, al exponer el lugar y la energía del sujeto, asume la tarea de hacerlo escuchar insistente e irreparable. Apunta a lo real mismo del lenguaje. La escritura convierte al saber en una fiesta.

La escritura se encuentra doquier las palabras tienen "sabor", para que las cosas se conviertan en lo que son o han sido, les hace falta la "sal" de las palabras, lo que torna profundo y fecundo el saber.

La segunda fuerza de la literatura es la de representación de lo real, la cual no obstante no es representable. Los hombres no se resignan a la falta de paralelismo entre lo real y el lenguaje y este rechazo produce la agitación incesante que es la literatura. La literatura cree sensato el deseo de lo imposible (función utópica).

La modernidad puede definirse por ese hecho nuevo: que en ella se conciban utopías del lenguaje (el que haya tantos lenguajes como deseos es una proposición utópica puesto que ninguna sociedad está dispuesta a aceptar que hayan muchos deseos -lenguajes-).

La utopía, no obstante, no preserva del poder, la única opción que le queda al autor es la de desplazarse u obcecarse, o ambas a la vez.

Obcecarse significa afirmar lo irreductible de la literatura (lo que en ella resiste y sobrevive a los discursos tipificados que la rodean). Mantener hacia todo y contra todo la fuerza de una deriva y de una espera. Y precisamente por ello es que la escritura es arrastrada a desplazarse. Desplazarse significaría colocarse allí donde no se los espera o abjurar de lo que se ha escrito cuando el poder gregario lo utiliza y lo serviliza.

Por último, la tercera fuerza de la literatura, en relación con el teatro y propiamente semiótica, consisitría en actuar los signos; es decir, en instituir en el seno mismo de una lengua servil el servicio a un poder extraño.

La semiología ha nacido de la lingüística desconstruída (por estallar de contenido o por carecerlo).

Lengua y discurso son indivisibles porque se deslizan según el mismo eje de poder. Toda la capa del discurso se encuentra fijada por una red de reglas, de opresiones, masivas y vagas en el nivel retórico, sutiles y agudas en el gramatical.

La semiología sería entonces ese trabajo que recoge la impureza de la lengua, el desecho de la linguística, la corrupción inmediata del mensaje.

La semiología, a medida que se desplaza, conserva el mismo objeto político (la lengua trabajada por el poder). Sin embargo, retorna al Texto, que se le aparece como el índice mismo del despoder. La literatura y la semiología vienen así a conjugarse para corregirse mutuamente.

La semiología trabaja sobre las diferencias esto impide que se tome por el discurso universal que no es.

La semiología es simultáneamente negativa (apofática, negando que sea posible atribuirle caracteres positivos al signo) y activa.

Consecuencias del apofatismo:
- La semiología no puede ser ella misma un metalenguaje. Descubre que toda relación de exterioridad de un lenguaje a otro es, a la larga, insostenible.
- La semiología tiene relación con la ciencia pero no es una disciplina. Pretende más bien agitar lo real en ciertos lugares y momentos. La semiología pinta en vez de excavar, sus objetos predilectos son los textos de lo imaginario.

Una situación nueva modifica el uso que podemos hacer de las fuerzas de la literatura. La semiología literaria sería ese viaje que permite desembarcar en un paisaje libre por desheredamiento.


***Holas, al final, esta lectura resultó más densa de lo q pensé, sin embargo, creo haberlo hecho lo mejor posible, cualquier comentario, me dicen, byes!
MariCarmen.